Pedro
Vargas Avalos
Decía
el bien recordado Abraham Lincoln, que “Hay momentos en la vida de todo
político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”. Esta idea
se puede aplicar a muchos de nuestros funcionarios públicos y dirigentes de
partidos, como es el caso del inefable Alejandro Moreno Alito, macizo candidato
al título de “sepulturero del priísmo”, papel en que algunos correligionarios
lo secundan, con visiones de plano aventuradas, como el suspirante Enrique de
la Madrid, quien, para lograr simpatías en su destemplado afán de ser
presidenciable, ofrece cerrar el aeropuerto Felipe Ángeles. O el estrambótico diputado
panista, Gabriel Quadri, quien, aspirando a la máxima postulación, afirmó que,
si México no tuviese la carga de varios Estados del sureste, sería una potencia
emergente, sandez a la que añadió otra recientemente, al vomitar la balandronada
de que, si fuese presidente, al tren maya lo haría una ciclovía, un camino de
bicicletas. (El Financiero, 12 ene-2019 y Poder Político, 1-VII-2022).