Fernando G. Castolo*
Una
ciudad que no es cambiante siempre aspirará a morir, porque en su eterna
fisionomía deberán quedar los espacios como vieja postal de aparador y, eso, es
letal. Las comunidades, esos conglomerados sociales que representan la
vitalidad de las ciudades, siempre se encuentran en constante evolución, y más
ahora, en este tiempo en que estamos sometidos (y más que sometidos,
secuestrados), de forma irremediable, a los modernos medios de comunicación, a
este mundo globalizado que ha arrasado con lo mejor de cada rincón geográfico
del planeta.