Fernando
G. Castolo*
En
leves susurros las gentes comentan la trágica noticia que tiene en zozobra a
todo el vecindario. Se han prendido todas las veladoras, de todas las casas,
donde devotamente se ofrecen mandas y promesas a la corte celestial, a fin de
que el infortunio que padece uno de los principales y más notables caballeros
de la ciudad, muy pronto se resuelva y vuelva la calma a los corazones
oprimidos.