Ramón Moreno Rodríguez*
En fechas recientes el expresidente del gobierno
español, José María Aznar, se preguntaba retóricamente cuál sería el origen del
nombre del presidente de México. Como en toda pregunta de este tipo, el que interroga
no tiene interés en escuchar la respuesta, sino que la da por entendida y por
lo tanto no espera oír nada o él mismo se la contesta. Y con supuesta ironía el
señor Aznar se respondió así mismo, deduciendo con fingido sentido común que el
presidente mexicano se llama como se llama “gracias” a España, que, entre otras
cosas, le hizo el favor a México e indirectamente a López Obrador, de traer la
civilización y el cristianismo y que gracias a ello nuestro país se benefició
de tan generosa donación. Y abundó que, sin explicarlo, por ello él no pediría
disculpas de nada, como el mexicano en una carta pidió eso, que se disculpase,
al rey de España por los atropellos cometidos contra los antiguos mexicanos en
el siglo XVI por la monarquía española.