A la memoria de
Antonio Venzor
La
presencia de María Victoria evoca, por sí misma, toda una época, no únicamente
de la historia del teatro, el cine, o la televisión mexicana, sino que ella
misma es portadora de un tiempo y un espacio —ya para siempre perdidos y a la
vez recobrados en su persona— de nuestro país.
Nacida
bajo el signo de Piscis, el 26 de febrero de 1933, en Guadalajara, “en la calle
Juan Manuel” —como me dijo a manera de confesión, cerca del oído, una noche de
hace ya varios años, cuando la entrevistaba después de recibir un
reconocimiento aquí en su ciudad—, María Victoria es, en todo caso, la figura
más nítida de cómo debieron haber sido las tapatías a comienzos del siglo
pasado.