Mis amigos son unos sinvergüenzas
que palpan a las damas el trasero,
que hacen en los lavabos agujeros
y les echan a patadas de las
fiestas.
Joan Manuel
Serrat
En ese
año prodigioso de mil novecientos ochenta y cuatro leí, por vez primera, a
César Vallejo; escuché a Silvio Rodríguez (en casa de mi amigo Martín Rolón —en
discos de acetato que ahora ya son difíciles de encontrar—); apoyé (junto con
mis amigos y desde lejos) la causa que había llevado a la liberación de
Nicaragua, y roto el yugo de la tiranía somocista, es decir el triunfo de la
Revolución Popular Sandinista, y, por consecuencia, descubrí la poesía rebelde
y revolucionaria de Ernesto Cardenal.