A las maestras
María Teresa Cruz Chávez
y Consuelo Ruesga
En estos últimos
días, con asuetos y descansos, me hicieron ir a escudriñar mi biblioteca. Fui a
la sala (donde hay dos libreros sobre todo con obras completas y libros de
teoría literaria y de consulta), a la recámara (en la que tres de sus paredes
se forran de libros, discos y películas) y, en seguida, a donde debí haber
comenzado mi recorrido: el estudio (donde hay libros hasta en el piso de obras
de todo tipo y temas). Y como en los meses más recientes me había llenado los
ojos de libros de grandes autores, busqué algún título que me diera un descanso
y, a la vez, me proporcionara la amenidad de algunas historias.