I
¿Es el
canto del sol de las cinco de la tarde quien derrama la noche en tus cabellos?,
¿o son mis manos las que desean el placer vespertino y solemne de tocar tu
negra cabellera como si fuera lluvia sobre tu rostro?
¿Es un
secreto lo que ambos deseamos —en este instante— para guardarlo bajo sábanas
blancas?
Tu
rostro, del mediodía a la noche, es un resplandor que canta en mis oídos, como
si mis ojos ahora fueran sólo para ti. Es tu callada voz un misterio que apenas
descubro y resuena como un caracol que canta y desvela al corazón un nuevo
temblor.
De ayer
a ahora, de mañana hacia el futuro voy descubriéndote y abro yo mismo la
conformación de lo que quizá sucederá. De lo que deseo ser.
Apenas
ayer caminábamos mirando las calles y hoy tus labios trajeron una alegría que
tal vez pasado mañana será una tristeza.