Víctor
Manuel Pazarín
Solamente
una vez vi, en la ciudad de Nueva York, a un hombre emulando a la estatua de la
Libertad; bajaba directo del Times Square por la Séptima Avenida con el cuerpo
cobrizo simidesnudo, apenas cubierto por un breve calzón de playa y un brasier;
caminaba como un símbolo: en su cabeza estaba una (falsa) corona de siete
puntas y calzaba chancletas; en lugar de las tabletas de declaración de
libertad de los Estados Unidos en su brazo derecho pendían unas bolsas de
plástico y un ejemplar de The New York
Times; en el izquierdo había un reloj de pulso que marcaba las cinco y
media de la tarde.