Víctor
Hugo Prado
Se
podrán borrar las evidencias físicas, se podrá limpiar el área,
se podrá compactar la tierra, se podrán ir los zapatos, las
mochilas, la ropa, los objetos personales y esas pequeñas cosas que
pertenecieron a alguien, a otro lugar, o cambiar de estado; por
ejemplo, quemarlas, porque saben que, de acuerdo con la ley de la
conservación de la materia, enunciada por el científico francés
Antoine Lavoisier en 1785, “la materia no se crea ni se destruye,
solo se transforma”. Lo que no se podrá borrar ni con maestro
limpio, es la evidencia que poseen en la memoria las familias
buscadoras que dieron con el lugar, que ya en 2022 había intervenido
una fiscalía estatal y la Guardia Nacional del gobierno federal.
Digamos, los dos niveles de gobierno sabían de la existencia del
lugar. Sabían de la existencia de un campo de entrenamiento y de
desentrenamiento. Digámoslo claro, de exterminio, aunque el nombre
asuste a los que gobiernan hoy al país. Aunque escandalice al
presidente del Senado de la República, al activista convertido en un
rancio vividor burgués.