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domingo, 20 de abril de 2025

Los siete templos

 


Salvador Encarnación


Fuimos a visitar “los siete templos” a Guadalajara en viernes santo. La tradición estricta indica que es en jueves, pero prohibido no está. Iniciamos por La Merced. Unas ricas empanadas nos recibieron en el atrio. Doraditas por fuera. Ligeramente azucaradas. Oliendo a masa recién horneada. “Acá está el templo”. Ah, sí, perdón. Adentro encontré las pinturas de Rosalío González, el hijo ilustre de Jalos. Ahí se explaya la gloria de la orden mercedaria. “Acá está el altar”. Ah, sí. En una capilla anexa están las pinturas de los santos mártires de la Cristiada. Busco a san Rodrigo Aguilar Alemán de Sayula y no lo encuentro. Por ahí debe de andar…



Vámonos.

¿Ya?

Salimos por la puerta de costado y nos dirigimos a la Catedral. Una hermosa vista arquitectónica desde Palacio Municipal. Una Foto. Oh, qué ven mis ojos. “Yo soy la puerta”. Las palabras del buen Jesús están escritas en el arco de la puerta principal. Alguien dijo que: “…si pasas por ella se borran los pecados. Lo autorizó el Papa”. Cruzo: no sentí nada. Unas imágenes están cubiertas con tela por la cuaresma. Bajé a las criptas. Ahí está enterrado un obispo que tiene nombre de escuela: Gómez de Mendiola. Hasta ahora me doy cuenta que fue obispo. En la Prepa me contaron que aquí, bajo el altar, se escucha un río. Paro oreja. Pego oreja al muro. Nada. No me contaron, me cuentearon. Salgo y veo a la Virgen de la rosa. Se dice que el rey de España, Carlos V, envió cuatro imágenes al reino de la Nueva Galicia y esta virgen quedó en la primera Catedral. El niño Jesús trae en la mano un pajarito verde. En otro altar está santa Cecilia; le pido por mi padre que fue músico. Ella ahí con la cabeza girada por la decapitación. Me da mucha tristeza verla. Me retiro con respeto. Camino a la salida. Ahí colocaron una bella imagen de la Virgen. Una foto. Salimos.




Vamos a san Agustín”. Una inmensa exposición de artesanías jaliscienses cubre la plaza de La Liberación. Las figuras de don Sixto Ibarra ahí presentes ahora hechas por sus descendientes. Los molcajetes de san Lucas, del Taller de don Cocula que es de Zacoalco, presentes. Compramos ropa, jarritos. Allá los soberbios equipales de Zacoalco, mi pueblo. Cerrados los templos de santa María de Gracia y san Agustín. Ah, pero ahí están las ricas, sublimes empanadas, “el santo olor de la panadería…” como dijera López Velarde.


Camina.

Ah, sí. Voy.


Vamos a los dos templos: san Francisco y Aranzazú. En el atrio encuentro, vuelto busto, al patrón de los cronistas de Jalisco: Fray Antonio Tello. Tiene cara de beatitud. (Aquí entre nos, tiene un ligero parecido a mi maestro de Historia de la Prepa.)


Hola —le saludo—. Soy el cronista Zacoalco. Donde usted fue guardián…





El sol le cae de lleno. La sombra de un mezquitito le caería bien. Como estuvo en Zacoalco, le recuerdo nuestra frase: “Ahí vienen las pitayas”. Una foto. Más adelante descubro la escultura del hermano lobo como lo conocemos en casa. Otra foto. ¿Qué veo? Los dos templos cerrados. Por ahí unos vendedores de empanadas más que agüitados. Ni olor ni santidad, nada.


Vamos al Carmen. Opinan. Sí, les acepto. Agrego: Con ese templo son las siete visitas. Si algunos estaban cerrados no es culpa mía.


Abierto. Allá en el altar veo san Juan de la Cruz, el exquisito poeta. Voy directo hacia él y recuerdo sus versos del Cántico Espiritual: “Pastores, los que fuerdes/ allá, por las majadas, al otero,/ si por ventura vierdes/ aquél que yo más quiero,/ decidle que adolezco, peno y muero”. En el atrio cero empanadas. El jardín hermoso como de costumbre.


La ciudad sin autos es un paraíso. El cielo se siente más azul. El aire sin esmog no lastima a los ojos ni a la nariz. La entrada a ella estaba como antaño: Cincuenta minutos del monumento a Zapata en Zacoalco hasta el periférico de Guadalajara. En Semana Santa la ciudad tapatía vuelve a los años ochenta del siglo pasado.


Oigan, nos dicen. De siete templos le atinamos a tres: Catedral, la Merced y el Carmen. Los otros son, San José, el Santuario, santa Mónica y el Expiatorio.

Puras fallas. Yo aquí los espero.







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