Fernando
G. Castolo*
Siendo objetivos, la festividad a la
Santa Cruz en Zapotlán es la tercera celebración religiosa más
importante, después de las solemnidades a Señor San José y las
correspondientes a la Virgen de Guadalupe, ambas devociones, por
cierto, juramentadas contra los temblores y calamidades de índole
natural desde la segunda mitad del siglo XVIII.
La
fiesta a la Santa Cruz se incorporó desde el momento mismo del
arribo de los hermanos franciscanos, encabezados por Fray Juan de
Padilla, quienes estimularon este tipo de manifestación católica.
Abrazar la Cruz de Cristo como parte del ejercicio de catecumenado
llevado a cabo por estos humildes "hombres de Dios", fue
parte escencial del proyecto de conversión encomendado por los
llamados Reyes Católicos.
Entonces, revelan algunas crónicas
de la época interpretadas por certeros investigadores, el día de la
Santa Cruz desfilaban por las calles para aproximarse al convento
hasta más de mil cruces, prácticamente cada habitante llevaba en
sus manos una cruz que presentaban para su respectiva bendición ante
el sacerdote en turno. Fue costumbre disponer grandes cruces de
madera en las orillas de los pueblos.
En Zapotlán aún
perviven dos reconocidos espacios de estas cruces que se ubicaban en
los cuatro flancos: la Santa Cruz de la Cumbre hacia el oriente, y la
Santa Cruz Blanca hacia el poniente. Después, fue tanto el éxito
entre los naturales que otras cruces empezaron a aparecer en el
espectro, coronando cerros o ubicándolas en los caminos: la Santa
Cruz de las Piedritas, la Santa Cruz del Cuascomate, la Santa Cruz
del Agua... Algunos de estos maderos se conservan en viejas capillas
que las contienen, como la Santa Cruz del Buen Pastor o la Santa Cruz
de la Reja.
Hay tantas cruces, que además se multiplican con
los años, como tantos barrios o colonias hay en Ciudad Guzmán. Por
doquier los tronidos de los cuetes estremecen los cielos durante el
novenario y, por supuesto, el día de la gran función. Para cumplir
con los preceptos de celebrarla, según usos y costumbres, se invitan
a encendedores (que disponen las velas, las flores y el ágape que
habrán de obsequiar a los rezanderos).
Hay también quien
obsequia la pólvora, así como mayordomos o encargados de armar el
retablo, de confeccionar los cielos con banderines en papel de china,
o de entusiasmar la celebración con el obsequio del tradicional
ponche de frutas. El día de la gran función, algunas de estas
cruces tienen el privilegio de las celebraciones eucarísticas.
El
día de la Santa Cruz es fiesta municipal, donde los colaboradores de
la rama de la construcción adornan sus propias cruces, con
multicolores flores de papel, y las disponen en lo alto de las
edificaciones en las que laboran.
La Santa Cruz, además,
pervive, en algunos casos, con su exquisita iconografía en la parte
frontal, donde se ejecutan breves pinturas que representan los
símbolos de la pasión y muerte de Jesucristo. Cuando era niño, mi
abuela era muy gustosa de participar en los encendios a la Santa
Cruz. Entonces, durante el novenario, nos decía a los nietos:
"Vámonos enca doña (fulana) que habrá chilito!" Ir al
"chilito" era una invitación a degustar los platillos que
se obsequiaban a la gente: arroz colorado, mole, sopa de pan, pozole,
frijoles de fiesta, cuachala, etc... La celebración a la Santa Cruz
ha adquirido matices muy fortalecidos que la hacen relevante en
nuestro Zapotlán.
*Historiador e investigador.
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