Fernando G. Castolo*
Hay
una tradición que se evidenció en la antigua Zapotlán el Grande y
que hoy ya no se practica. La semana anterior a la Semana Mayor es
conocida como la Semana de la Pasión. Durante esta semana la
imaginería religiosa de los templos y capillas es cubierta con paños
morados, en señal inicua del duelo que pronto se vivirá.
Algunos
otros sacerdotes optan por retirar del culto esta imaginería. Ello
permitirá que los feligreses eviten distracciones y se sumerjan de
corazón al sentimiento de la aproximada muerte de Jesús. El viernes
de la Semana de la Pasión era dedicado a Nuestra Señora de los
Dolores, a la que se le disponía un hermoso retablo adornado con
tréboles (plantas parásitas de la laguna), así como un sinnúmero
de velas.
Las gentes sabían dónde había montados estos
tradicionales encendios, en cuya portada de las fincas se
confeccionaba un arco con diversas ofrendas. Entonces se tocaba y se
cuestionaba: "Llora la Virgen?" Y desde el interior le
respondían afirmativamente. Las personas se introducían para
mostrar sus respetos a la Dolorosa, le entonaban algún canto o le
rezaban; después, se les ofrecía un vaso con agua fresca (en
horchata, limón y jamaica, imitando los colores patrios) o paletas
heladas de agua. En estas frescuras eran vertidas, simbólicamente,
las lágrimas de la Virgen.
Después de la Semana de la Pasión, viene la Semana Santa (la de la Muerte), para terminar con la Semana de Pascua (la de la Resurrección). En Zapotlán hemos perdido, lastimosamente, muchas ancestrales tradiciones, como lo eran los Encendios de Dolores.
*Historiador e investigador.
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