Pedro
Vargas Avalos
El
mundo presenció el 28 pasado una escena nunca imaginada: por
televisión desde el turbador salón oval del soberbio Washington, se
transmitió una reunión entre el mandamás gringo Donald Trump, su
vicepresidente James David Vance y el atolondrado gobernante de
Ucrania, Volodímir Zelenski.
El objetivo era firmar un acuerdo entre ambas naciones, pero el
desenlace fue un desencuentro con tintes de humillación del tío Sam
hacia su hipotético “amigo” ucraniano. El evento debe
considerarse una patética lección para el mundo entero, pero con
especial significación para México, el vecino distante de Estados
Unidos.
Todo lo
anterior tiene como antecedente el enfrentamiento bélico entre Rusia
y Ucrania, iniciado hace más de una década y que inicialmente
resultó con la anexión por Rusia de la península de Crimea,
incluida la ciudad-puerto de Sebastopol. Siguieron enfrentamientos,
todos con el mismo fin: Rusia apoderarse de regiones ucranianas. La
ONU dictó medidas favorables a Ucrania, pero ineficaces en los
hechos. La Unión Europea fijamente apoyó a las autoridades
ucranianas, abrigando en su horizonte suscribir un pacto de
acercamiento. Así se llegó al 24 de febrero de 2022, fecha en que
flagrantemente los rusos de Vladimir Putin invadieron a la
martirizada república ucraniana. En tal con contienda, Estados
Unidos se alineó con el gobierno de Kiev (la capital ucrania) a la
par de la unión europea.
Tras
las administraciones estadounidenses de Barak Obama y Joe Biden,
decididamente partidarios a la causa ucraniana, el panorama cambió
con el arribo del presidente Trump. De este vociferante yanki,
siempre se ha rumorado sobre sus afinidades con Putin. Los recientes
hechos lo acreditan:
Donald Trump habló
telefónicamente el miércoles 12 de febrero con el presidente ruso,
Putin y dijo que las negociaciones para acabar el conflicto
Rusia-Ucrania, comenzaban "inmediatamente". Al día
siguiente la BBC publicó que Putin había logrado gran avance al
negociar directamente con Estados Unidos. Para remate, el nuevo
secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, expuso en términos
muy claros la postura de su país: “No habrá tropas
estadounidenses en Ucrania y no hay posibilidad realista de volver a
las fronteras anteriores a 2014 (cuando Rusia ocupó y anexionó
Crimea y apoyó a los insurgentes en el Donbás). Tampoco hay
posibilidades de que Ucrania se una a la OTAN”. (BBC, 13-II-2025).
Con lo anterior, los intereses de Moscú quedaron satisfechos. Ahora
faltarían los reclamos norteamericanos, que son en pocas palabras,
el cobro de los millones de dólares que los expresidentes Obama y
Biden, otorgaron a Zelenski.
Al respecto, Trump, mafioso y
ávido negociante, se fijó en los minerales valiosos ucranianos.
Así lo publicó famoso diario hispano: “Trump
acuerda con Zelenski la explotación de los minerales de Ucrania sin
compromisos concretos de defensa a cambio…El pacto entre ambos
indica que Kiev aportará el 50% de los futuros ingresos en la
extracción de los recursos naturales de propiedad estatal” (El
País, 26-II-2025). Entonces, el mandatario ucranio, sin más salida,
cedió y se dispuso a finiquitar el malhadado convenio, para lo cual
concurrió a la capital estadounidense, suspirando por alcanzar
alguna medida salvadora de lo que resta de su nación. La reunión
fue el postrer día de febrero.
Una
cruda crónica de ese encuentro nos pone al tanto: El presidente de
Ucrania, … acudió…con el objetivo de firmar el acuerdo
draconiano por el cual Kiev entregaría a corporaciones
estadunidenses la mitad de todos los ingresos obtenidos de la futura
monetización de todos los activos de recursos naturales relevantes
propiedad del gobierno ucranio, en pago por la asistencia militar y
económica prestada por Estados Unidos desde la invasión rusa a su
vecino. Sin embargo, la reunión televisada con su homólogo Donald
Trump y el vicepresidente JD Vance se salió de todo cauce cuando
éste lo acusó de faltar al respeto a sus anfitriones al tratar de
litigar sus diferencias frente a los medios estadunidenses. Cuando
Zelenski intentó responder, fue interrumpido a gritos por Trump,
quien le reprochó jugar con las vidas de millones de personas,
propiciar la Tercera Guerra Mundial y ser irrespetuoso con un país
que le ha respaldado mucho más de lo que mucha gente dice que
debería haber hecho…El mandatario ucranio se retiró de Washington
sin firmar el mencionado acuerdo, sin obtener las garantías a la
seguridad ucrania que buscaba incluir en el mismo, así como con una
ruptura que parece ya irreversible con la persona de quien dependen
la mayor parte del armamento, la inteligencia, la logística, el
paraguas nuclear y el dinero que requiere para seguir combatiendo a
las tropas rusas. (La Jornada, 1-III-2025).
Frases
durísimas, recriminatorias y desabridas, se cruzaron:
"Debería agradecerle
al presidente por intentar poner fin a este conflicto", expresó
el vicepresidente Vance a Zelenski, en relación con la paz que busca
imponer Trump, con o sin aprobación ucrania. Agregó -Vance- que EU
es un buen país porque busca que la diplomacia sustituya la guerra.
(¿Quién podrá creer semejante mentira? Nos preguntamos los
mexicanos).
El mandatario de USA, le restregó a su presunto
aliado: "Tienen
que estar más agradecidos porque déjenme decirles que no tienen las
cartas. Con nosotros, tienen las cartas, pero sin nosotros, no tienen
ninguna carta”. Y como Zelenski titubeó que a futuro Estados
Unidos resentiría los efectos del conflicto, el irreverente Trump,
le atizó: "No
nos digan lo que vamos a sentir…
te he dado poder... para
que seas un tipo duro, y no creo que lo serías sin Estados
Unidos".
Y así
prosiguió la infausta reunión. Es “inocultable que el trato
dispensado por Trump y Vance a Zelenski es vergonzoso para la Casa
Blanca y para el conjunto de la institucionalidad estadunidense;
constituye una violación flagrante de las normas diplomáticas y
sienta un precedente nefasto que mermará la confianza de la
comunidad internacional en Washington y, así, rebajará la hegemonía
que el magnate se dice decidido a restaurar. La amenaza proferida a
voz en cuello por Trump, acerca de retirar cualquier apoyo a Ucrania
si su par no agacha la cabeza y firma el acuerdo en los términos
fijados por la administración republicana, es ya un parteaguas en el
nivel de violencia alcanzado por el grupo neofascista que controla
las tres ramas del gobierno estadounidense”. (La Jornada,
editorial, 1 -marzo 2025).
La humanidad debe ponderar seriamente
esta actuación del atrabiliario mandatario de Estados Unidos. Pero
México debe tenerla aún más presente, porque nuestra difícil
relación con el tío Sam a través del tiempo, así nos lo acredita.
A partir del primer embajador Joel R. Poinsett,(1822 sin
nombramiento; a partir de 1825, con designación oficial) muy
intervencionista e impulsor del lema “América para los
americanos”, comenzó nuestro espinoso andar; luego vino el despojo
de Texas (1836) y enseguida la oprobiosa e injusta guerra de 1846-47,
cuando nos arrebataron más de la mistad de nuestro territorio.
Todavía sobrevino la abusiva invasión de 1914 en Veracruz, junto a
la inicua persecución de Villa en 1916: lo común en esos sucesos,
es que padecimos incuestionables afrentas del omnipotente colindante
del norte. Por ello ahora nuestro gobierno debe actuar con mucha
inteligencia, tacto y patriotismo.
En todo momento, se debe
proceder con suma reserva, porque la potencia norteña no tiene
amigos, solo socios, y a éstos los desecha cuando le conviene,
invariablemente alejados de nobleza y fraternidad. También se debe
razonar, que alrededor de cuarenta millones de compatriotas viven en
el país de las barras y las estrellas, y hay que defenderlos dentro
de lo posible.
En fin, mas vale estar siempre preparados, y no
despertar como el menospreciado presidente ucraniano, o padecer al
estilo del vapuleado primer ministro canadiense, a quien también
afrentó el abusivo ocupante de la Casa Blanca. Por ello, el drama
Trump frente a Ucrania, debe considerarse advertencia y lección
ejemplar para todo el mundo, pero particularmente para los mexicanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario