domingo, 30 de marzo de 2025

La intelectualidad, el apapacho y su compromiso nacional

 



Pedro Vargas Avalos


Antes de los comicios presidenciales del 2 de junio de 2024, dos grupos de intelectuales mexicanos se manifestaron llamando a votar por la candidata presidencial de sus afinidades: el día 20 de mayo, a favor de Xóchitl Gálvez lo hicieron los llamados intelectuales orgánicos, y cuatro días después los pensadores sin adjetivos que respaldan a Claudia Sheinbaum. En el primer caso fueron algo más de 250 personajes, y en el segundo manifiesto, lo suscribieron 900 individualidades. En aquellos destacan Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Federico Reyes Heroles, Gabriel Zaid, Germán Martínez, Gilberto Guevara Niebla, Jaime Labastida, José Antonio Crespo, José Carreño Carlón, José Sarukán, Jorge Castañeda, Otto Granados, Rafael Pérez Gay y muchos más. En los escritores, artistas e ideólogos del otro grupo, figuraban Elena Poniatowska, Ifigenia Martínez, Lorenzo Meyer, Enrique Semo, Horacio Franco, Eugenia León, Armando Casas, Dolores Heredia, Luis Mandoki, Armando Bartra y varios cientos.



Lo anterior demuestra que no solo la población en general está polarizada, sino también los miembros de la intelectualidad, es decir, el conjunto de las personas que cultivan las artes, las letras, el humanismo y las ciencias; en pocas palabras, el pensamiento y creatividad sin ambages. Estos sujetos aplican gran parte de su tiempo en el estudio de la realidad, las circunstancias imperantes y en la reflexión de todos los problemas que inciden en la sociedad.


La historia reciente de México demuestra que durante el priiato -la dictadura casi perfecta del PRI- la corrupción cabalgó plácidamente: la frase “el que no transa no avanza”, es típico reflejo del habla y el ser popular mexicano ante el panorama antedicho. En una entrevista que Héctor Aguilar Camín, el intelectual amigo de Salinas de Gortari, concedió a la periodista Monserrat Antúnez, le expresó que, si Xóchitl Gálvez ganaba la elección presidencial, volvería “la oportunidad de devolverle a la comunidad cultural la atención, el cuidado, a veces hasta el apapacho que -les- tenía el Gobierno” (Sin Embargo, 21-V- 2024).




Nos dice el artista Horacio Franco, que hay dos culturas: la de letras mayúsculas – de boato y presuntuosa- y la de escritura minúscula, laboriosa y pertinaz. Nosotros sabemos que el concurso de los intelectuales permite, en mayor o menor grado, variar la realidad: el pensador siempre analiza y con ello hace que la marcha prosiga, pero en el caso de los de ideas avanzadas, coadyuvan para que se continúe con el cambio, mismo que a final de cuentas llevará a un mejor estado de bienestar social, nivel en el cual se podrá moderar la opulencia y la indigencia, conforme postuló el Gran Morelos.


En los lustros del llamado lapso de gobiernos neoliberales, los intelectuales de letra grande fueron muy consentidos, o como refirió Héctor Aguilar Camín, “apapachados” por los regímenes de ese período. Uno de sus parciales, escribió: –“por los saberes y conocimientos que poseen- de la facultad para representar, encarnar y articular un mensaje, una cosmovisión, una actitud o una opinión para un público- “, un juicio de las y los intelectuales acredita o desacredita el proceder de los tomadores de decisiones, es decir, de los gobernantes. (Said, Edward W. (1996) Representación del intelectual. México. Debate.).





Así florecieron personajes como Enrique Krauze y Aguilar Camín, evidentes adalides de esa corriente de pensadores, quienes aparte de libros y revistas, se apoderaron de las principales páginas editoriales de la prensa tradicional. A esa oleada se agregaron los presentadores de noticias y comentaristas constantes de dicha prensa, como los López Dóriga, Gómez Leyva, Dresser, Rivapalacio, Zuckerman, etc. Todos pues, disfrutaron de esos “apapachos” gobiernistas, traducidos en pingues beneficios de toda índole: viajes, regalías, apoyos y sumas en metálico, que comúnmente se les conoce como “chayotes”. También se les denominó comentócratas o comentaristas orgánicos, pues desde sus trincheras bien aceitadas oficialmente, se alababa o condenaba, o incluso se disimulaba lo que conviniese a los gobernantes y su establishment, porque las élites económico-sociales, religiosas y especialmente las políticas, sustentaban o fortalecían la “legitimidad” de su predominio, con los comentarios de tales personajes, quienes por lo tanto se transformaron en comentócratas.


Los estudiosos de letra chica, es decir los que no han sido consentidos, pero que trabajan perseverantes y sin buscar canonjías, con el ánimo inclaudicable de servir a la comunidad más que al gobierno, prosiguieron sus tareas, muchas veces obstruidas por los gobiernos neoliberales y sus parciales, no por el ordinario desdén que suelen recibir sino por burdos taponamientos de toda índole. Al respecto, hemos de advertir que estos pensadores no desdeñan se acojan sus ideas por los políticos -de cualesquier signo- arribados a funcionarios, pero desde luego con preferencia cuando tales individuos investidos 01de mando son de principios avanzados socialmente.





El panorama anterior prevaleció hasta los comicios federales de 2018, cuando emergió la izquierda lopezobradorista (abanderada por su partido MORENA y sus aliados, Partido del Trabajo -PT- y el verde ecologista -PVEM-) y se alzó con el poder presidencial, así como de las mayorías legislativas. Luego alcanzaría numerosas gubernaturas, que para la actualidad (2025) llegan, de 32 que en total existen en la república, y de solo gobernar cuatro Entidades federativas en 2018, a 24 tras los comicios de 2024. Esta especie de tsunami político caló profundamente en la intelectualidad orgánica. En concreto la situación se reflejó en el tratamiento otorgado a los comentócratas de tal línea, donde se inscriben como dijimos antes, tanto los intelectuales opositores como los periodistas tradicionales.


¿Cuál fue ese cambio? Sencillamente, se suprimieron los “apapachos” en su especie de “chayotes”. Y al ya no haber entregas económicas ni tratos especiales, la inconformidad surgió. Como la actitud del líder del movimiento izquierdista -Andrés Manuel López Obrador, AMLO- fue de revelar quienes integraban la intelectualidad orgánica en su facción de comentócratas: los inmiscuidos, se sulfuraron y arreciaron sus críticas, a veces convertidas en invectivas.





De esa manera se desenvolvió todo el sexenio 2018-2024, señalándose por los “orgánicos” (en consonancia con las oposiciones) como un pecado lopezobradorista el haber crecido la polarización, cuando indudablemente ambos bandos ponían su grano de arena para acentuar esa división, parcelamiento que siempre ha existido en la nación, desde la lucha por la independencia(realistas, centralistas, conservadores, frente a insurgentes, republicanos federalistas, liberales) hasta el presente que enfrenta a las derechas contra la cuarta transformación o 4T.


Es notable advertir la conducta de personajes de la “comentocracia” como Krauze, Camín, Dresser o José Woldenberg, todos adalides de la intelectualidad orgánica. Para ellos, durante la etapa en que brillaron sus ideas (fines del siglo XX y principios del XXI), “los mexicanos conquistamos la democracia”- con la alternancia democrática el año 2000 -, consolidada por competiciones electorales aceptables que dieron juego a la pluralidad. Sin embargo, luego de los comicios del 2018, sus calificaciones modificaron: la democracia está en riesgo, el poder se ha concentrado exageradamente en el primer mandatario cuya administración, asevera Krauze, es “más propia de la presidencia imperial que de una presidencia institucional” y luego del triunfo de la actual presidenta, se atrevió a manifestar en X (antes twitter) que "Después de ser una monarquía, el 4 de octubre de 1824 México se convirtió en una república. Pasaron 200 años. En septiembre de 2024 México dejará de ser una república para convertirse en una monarquía. ¿Lo permitiremos?". (22-ago-2024).





En el otro frente, que podemos simbolizarlo con el parecer del ameritado maestro Lorenzo Meyer, este precisa: la cuarta transformación -de la que habla López Obrador- es más bien un cambio de régimen que, entre otros fines, conlleva fortificar la independencia de los Poderes, adoptar decisiones con y para el pueblo, separar el poder económico del político, restaurar los principios con que triunfó la revolución, así como combatir a la corrupción y la impunidad. La sucesora, continua esos ideales y propone edificar lo que denomina segundo piso de la 4T, en el cual aparte de lo sostenido por su antecesor, la bandera de que con el pueblo todo, sin el pueblo nada y la defensa de la soberanía a ultranza, son sus contrafuertes.

Popularmente se dice que “árbol torcido nunca su rama endereza”, pero también se sostiene que un buen arrepentimiento es mejor que un mal casamiento, por lo que nos atenemos a que la esperanza no desfallece jamás, puesto que es el ánimo que nos mantiene en medio de todo trance. En consecuencia, los intelectuales, que tienen el deber de con su sabiduría, servir a la nación, a la democracia y a la ley, deben encontrar la forma de cumplir tan alto objetivo.


Ojalá los dos bandos que en nuestro medio constantemente contienden, rediman sus deslices y opten por mejor dialogar y conforme la razón, sumen sus talentos para engrandecer al pueblo mexicano: ese es su compromiso nacional.


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