Algunos
de nosotros no queremos creer en Dios, otros no podemos creer, y hay
otros que, aunque creen en Dios, no confían en que Él haga este
milagro.
Los cambios que yo veía en la gente nueva que
llegaba a la Comunidad eran lo que me ayudaba a perder mis temores y
transformar mi actitud negativa en positiva. Podía ver el amor en
sus ojos y estaba impresionado por la gran importancia que para ellos
tenía su sobriedad de “Un Día a la Vez”. Honradamente habían
considerado el Segundo Paso y llegaron a creer que un poder superior
a ellos mismos estaba devolviéndoles el sano juicio. Esto me
infundía fe en la Comunidad y la esperanza de que podría funcionar
para mí también. Llegué a darme cuenta de que Dios era un Dios
bondadoso y no aquel Dios castigador a quien había temido antes de
unirme a A.A. Además, me di cuenta de que Él había estado conmigo
en todas esas ocasiones que estuve en dificultades antes de llegar a
A.A.
Hoy yo sé que fue Él quien me condujo a A.A. y
que yo soy un milagro.
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