Autorretrato.
Tongolele. Óleo. Invitación. Galería Nuzkaya. 1976.
Elías Nandino
OSCAR WILDE opinaba que las mujeres, cuanto más hermosas, más carecían de sensibilidad. La hermosura las esclavizaba de tal modo, que no les permitía ni un solo momento para realizar los impulsos de su espíritu. Sin embargo, existen excepciones que debilitan esa opinión. Una de ellas es YOLANDA MONTES, hermosa y artista desde los pies hasta el alma, y que en el baile, aunando estilo, ritmo y audacia de movimientos, consuma el prodigio de demostrar su sensibilidad extraordinaria. Es en la danza en donde esta maravillosa mujer, se hace culminar en un torbellino de vibraciones corporales, que la vuelven como una estatua de nieve que se derrite en llamas.
Más esto no es todo, hay algo más que emerge de este temperamento infatigable: YOLANDA MONTES también pinta... De sus manos nace al mismo tiempo el anhelo de crear, de plasmar... Pinta paisaje, retratos, y figuras salvadas de sus recuerdos o de su mundo onírico. Lo que transporta a la tela tiene un sello personal, un autodidactismo inocente, pero quemante; y una esplendente vitalidad tropical. En el retrato, principalmente, pone en juego su penetración instintiva y capta, no sólo la exactitud del parecido, sino a la vez y primordialmente, las reconditeces psíquicas del modelo. En la figura humana, de preferencia a la que capta en actitud de danza, sabe, a base de intencionar y torcionar línea y color, infundirle la sensación de movilidad extática. Es la razón por la que, al ser contemplada, actúa esta figura como si fuera de carne viva. Esta pintura, quizá por propia afinidad, la resuelve con mayor soltura y poesía.
YOLANDA MONTES sabe que el arte cuesta vida y es gozoso sacrificio. Por esto, luchando contra la estrechez de su tiempo, que casi todo lo tiene que aplicar a la continuada demanda de su trabajo en el teatro, roba horas de su propio derecho de descanso y lo dedica a querer expresar, lo que apasionadamente siente ante la belleza y el misterio de la vida. Poseída por la contemplación del cielo y la tierra, de los días y las noches, del amor y el dolor, ansía recrear lo que mira para saciar su hambre cósmica.
Cocula, Jal., 20 de octubre de 1976
Yolanda Yvonne Montes Farrington, Tongolele (1932—2025), fue de las primeras bailarinas exóticas en México. La nota que se presenta fue incluida en la invitación de mano para la inauguración de la exposición de óleos de su autoría en la Galería Nuzkaya, ubicada en Carmen 17-B, en San Ángel, D.F., el día 12 de noviembre de 1976. Nandino y Tongolele fueron dos grandes personajes y al igual, amigos. Se recuerda esta amistad a unos días del fallecimiento de la bailadora de tahitiano en su casa de Puebla. Se evocan, como cierre, las palabras de Elías Nandino: “Una amistad que durará más allá de la muerte”.
Archivo y nota: Salvador Encarnación.
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