Fernando G. Castolo
(Para
Erwin Peña)
Allá, por la zona transvolcánica, en
medio del llano grande, se encuentra asentado un pueblo de vieja
presencia aristocrática. Lleva el nombre de uno de los arcángeles
celestiales: San Gabriel. Ahí, en medio de un millar de gentes se
verifica, año con año, una solemnidad en honor al Cristo llamado el
Señor de Amula. Ancestral imagen celestial que salvó a la población
de rancias epidemias y penurias sociales.
San Gabriel se hizo famosa gracias a la obra de Juan Rulfo, un escritor que es sangabrielense de cepa, aunque esa no sea su cuna. Ahí, en ese entorno mágico por naturaleza, generó una prosa que es única en la literatura universal. En el seno de San Gabriel imaginó y se inspiró en paisajes, personajes y episodios que nutrieron su lenguaje rulfiano.
Ahí, en San Gabriel, hay hitos de leyenda e historias que se cuentan
y recuentan como parte de su orgullosa identidad; como la bebida
típica llamada Faustina, en que se regocijan el mezcal y el jugo de
naranja para generar el entusiasmo que predice un festival de
dimensiones regionales. San Gabriel es el verdadero Comala; sí,
aquel que imaginó Rulfo en sus juventudes portentosas y la
internacionalizó. Yo también soy de San Gabriel y con gusto los
recibo en esta su casa.
*Historiador e investigador.
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