El
problema que teníamos los alcohólicos era éste: Exigíamos que el
mundo nos diera felicidad y tranquilidad de espíritu exactamente en
la forma en que nos conviniera obtenerlas — por medio del alcohol.
Y no tuvimos éxito. Pero cuando dedicamos algún tiempo a enterarnos
de algunas de las leyes espirituales y a familiarizarnos con ellas, y
a ponerlas en práctica, entonces obtenemos felicidad y tranquilidad
de espíritu… Parece que hay algunas reglas que tenemos que
cumplir, pero la felicidad y la tranquilidad de espíritu siempre
están allí, a la libre disposición de cualquiera.
—
El Dr. Bob y los Buenos Veteranos, p. 323
La simplicidad
del programa de A.A. me enseña que la felicidad no es algo que yo
pueda exigir. Me llega muy quedamente mientras sirvo a otros.
Al
ofrecer mi mano al recién llegado o a alguien que ha recaído, veo
que mi propia sobriedad ha sido reforzada con una indescriptible
gratitud y felicidad.
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