Homero
Aguirre Enríquez
La agresión, comercial por el momento,
pero con amagos de pasar a la incursión armada en nuestro
territorio, que sufre México por parte del gobierno estadounidense,
representado por Donald Trump, ha puesto en evidencia muchas
debilidades estructurales de nuestro país: fragilidad en lo
económico, en lo militar, en lo científico, en lo educativo, en lo
tecnológico y en muchos otros terrenos de los que depende definir o
no a un país como poderoso e independiente. Es momento de pensar
cómo podremos liberarnos algún día de este atolladero estructural,
que lleva muchas décadas pero que se ha profundizado bajo el
gobierno morenista, y de actuar en consecuencia.
Hay quienes
ponen todas sus esperanzas en que los cambios generacionales traerán
la solución por sí mismos, como si las transformaciones históricas
consistieran simplemente en la llegada de nuevas generaciones que
harán borrón y cuenta nueva, se desharán de lo que esté mal o
insuficientemente construido por sus predecesores y construirán una
patria nueva y un mundo mejor, prácticamente partiendo de cero. Pero
eso no es posible, el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos
se debe empezar a construir desde el presente, que es a su vez fruto
de la acción de hombres del pasado, y será la base para que se
pueda construir una sociedad mejor. “Los hombres no son libres de
elegir sus fuerzas productivas que son base de toda su historia,
puesto que cada fuerza productiva es una fuerza adquirida, producto
de la actividad anterior”, escribió Carlos Marx, y tenía razón.
Así pues, entre otras cosas, conviene pensar en cuál es la
situación actual de los niños y jóvenes en México, de los
constructores del México del futuro, de los hijos y nietos de los
actuales mexicanos y desde ahora convocarlos a rebelarse contra las
condiciones que nos oprimen y anclan en el atraso. Veamos: casi la
mitad de la población de México la forman niños y jóvenes. Los
niños de entre 0 y 14 años de edad son 33.3 millones y los jóvenes
de entre 15 y 29 años son 31 millones. La mayoría de ellos, los más
pobres, enfrentan graves dificultades de las cuales daré sólo
algunos ejemplos.
Los jóvenes tienen problemas económicos: de
los 31 millones trabajan 15. 9 millones (el resto estudia o no
trabaja); la gran mayoría (81 %) de los jóvenes que trabaja lo hace
como trabajadores subordinados y mal pagados (casi la mitad recibe un
salario mínimo o menos, y el 33% recibe entre uno y dos salarios
mínimos) y menos de la mitad recibe servicios de salud. ¿Acaso es
inconcebible que quieran huir del país o busquen dedicarse a otras
actividades más lucrativas aunque resulten peligrosas o
mortales?
Los niños, adolescentes y jóvenes son víctimas
cada vez más de homicidios. De diciembre de 2018 a enero de 2024,
periodo correspondiente al sexenio de AMLO, “se registraron 12,518
homicidios de personas de 0 a 17 años en México, o el equivalente
a 6.6 homicidios de niñas, niños y adolescentes al día”, poco
menor a la incidencia diaria durante el sexenio de Peña Nieto, según
un reporte de la Red por los Derechos de la Infancia en México. Hay
otra arista abominable que acaba con lo que debiera ser la vida
normal de los niños y jóvenes: su reclutamiento por la
delincuencia, organizada o no. Un elocuente documento titulado
“Mecanismo estratégico de reclutamiento y utilización de niños,
niñas y adolescentes por grupos delictivos… “, elaborado por la
Secretaría de Gobernación del sexenio recién terminado, expone las
actividades desempeñadas según su edad por decenas de miles de
niños, niñas y jóvenes que son captados por delincuentes. Desde
mensajeros, halcones, transportadores de sustancias prohibidas,
extorsión digital o telefónica, robo, cobro de piso, venta de
drogas, secuestro, sicariato y otras atrocidades que ni Dante
Alighieri fue capaz de concebir en su imaginario recorrido por
terrenos infernales.
Cambiar esa situación, rescatar a las
nuevas generaciones de la inopia, la violencia y la muerte requiere
un cambio estructural en la economía, que lleve a crear empleos y
pagarlos bien, y que permita al Estado tener los recursos para acabar
con la pobreza, dar educación de excelencia (lo cual no se reduce
simplemente a no hacer examen de admisión a las preparatorias),
destinarle cuantiosos recursos a la ciencia, a la cultura y al
deporte. Todo eso formará nuevas generaciones capaces de construir un
México rico, educado, desarrollado y capacitado para hablar cara a
cara, sin acomplejarse, con cualquier nación del mundo.
Hay
recursos naturales y un pueblo trabajador que genera grandes
cantidades de riqueza para lograr esos propósitos, pero esa riqueza
se acapara en pocas manos. “los súper ricos en México han visto
crecer sus fortunas en un tercio (33%) desde el inicio de la
pandemia. Por cada 100 pesos de riqueza que se crearon entre 2019 y
2021, 21 pesos se fueron al 1% más rico y apenas 0.40 pesos al 50%
más pobre. Solamente Carlos Slim, el hombre más rico de México y
de América Latina y el Caribe, concentra más riqueza que la mitad
de la población mexicana y ha visto crecer su riqueza en un 42%
desde el principio de la pandemia, un monto equivalente a US$1 millón
por hora. Sin embargo, estos números no se reflejan en la parte de
la cuenta que los súper ricos pagan. Las personas contribuyentes con
ingresos arriba de 500 millones de pesos anuales apenas representaron
el 0.03% de la recaudación total de impuestos. Además, las grandes
empresas pagaban hasta 2021 unas tasas efectivas de ISR de entre el 1
y 8% del total de sus ingresos, muy por debajo del 30% que establece
la ley. Cuando los súper ricos no pagan, pagamos nosotros”.
(Oxfam, estudio: “¿Quién paga la cuenta?”, 2025).
Los
momentos críticos, detonados con la llegada de Donald Trump y que
revelan la falta de fortaleza y autonomía verdaderas de México, que
ya se empieza a notar tras los primeros amagos de elevar los
aranceles a las exportaciones mexicanas y que de inmediato provocaron
que el gobierno mexicano se plegara a los intereses geopolíticos de
EE.UU. en contra de China y otros países, deben llevarnos a una
reflexión profunda sobre las causas del atraso y de los problemas
sociales que padecemos los mexicanos como resultado de esa
dependencia, conjugada con otros factores estructurales del
capitalismo mexicano, que sólo podrá resolver un cambio profundo
que, como lo demuestra la historia, tendrá que ser resultado de un
gran movimiento popular, en el que los jóvenes están llamados a
cumplir un papel protagónico, un movimiento que ubique las causas
verdaderas de nuestra debilidad ante otros países y de los graves
problemas que padecen millones de mexicanos, y tras ese diagnóstico
sea capaz de llegar al poder y poner en práctica otro modelo
económico que redistribuya la riqueza a favor de la mayoría de los
mexicanos y al mismo tiempo establezca relaciones económicas y
políticas con otros países para acabar con la dependencia del
“Norte revuelto y brutal”, como dijo José Martí, que desprecia
y aplasta a los pueblos de América.
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