domingo, 26 de enero de 2025

Trump y México: relaciones difíciles

 



Pedro Vargas Avalos


El pasado 20 de enero asumió para desempeñar su cargo en el período 2025-2029 de presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (EU), el señor Donald John Trump MacLeod, para todo mundo identificado simplemente como Donald Trump o escuetamente como Trump, archimillonario empresario de ideas racistas y fe cristiana sin rito ni dogma: era presbiteriano, pero en 2020 mudó su religiosidad a cristianismo sin denominación. Ahora fue la segunda ocasión en que este miembro del partido republicano ejerce el puesto, habiendo sido la inicial a partir del 20 de enero de 2017 hasta el 19 de enero de 2021, teniendo como antecesor al notorio político demócrata -por cierto, el primero de color-, Barack Obama. Hace cuatro años le había sucedió el tibio Joe Biden (demócrata) quien paradójicamente ahora fue su predecesor, pero lo había derrotado electoralmente cuando Trump intentó reelegirse.



En su período anterior, Trump llevó como vicepresidente al evangélico Mike Pence, quien ya no es simpatizador del hablantín ejecutivo gringo, según declaró a la BBC: “cualquiera que se ponga por encima de la Constitución nunca debería ser presidente de Estados Unidos”, y para él, Trump fue infiel a la Constitución estadounidense. (BBC, junio 23/2023). Quizá por ello, el nuevo segundo de la presidencia del país de las barras y las estrellas es el senador por Ohio -un católico derechista- James David Vance. Este personaje originalmente nació como James Donald Bowman, quien luego llevó el apellido del tercer esposo de su madre (Beverly Carol Vance), razón por la que se llamó James David Hamel y desde 2014, al casarse, decidió adoptar el apellido de sus abuelos, debido a lo que actualmente es conocido como J.D. Vance.


Como es sabido, desde la campaña electoral de 2016, cuando venció a la popular Hillary Clinton -aun cuando obtuvo menos votos individuales, pero el anacrónico sistema de elección indirecta que rige en EU le dio el triunfo- el señor Trump, racista por definición, se caracterizó por sus desplantes brabucones, descollando su obsesión antinmigrante y particularizando sus críticas a los latinos, con especial mención de México, por lo que construir un muro en la vasta frontera de ambos países, fue su empeño. El entonces mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, supo tratar al fanfarrón mandamás yanki y finalmente se tuvieron buenas relaciones, reflejadas en la firma del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), la no adopción de aranceles, llegando al grado de elogiarlo: "Quiero agradecer al gran presidente de México. Él es un gran caballero, un amigo mío. El presidente (López) Obrador es un hombre que realmente sabe lo que está pasando. Ama a su país y también ama a Estados Unidos". (El Economista, 12-I-2021).





Hoy por hoy, regresó al poder supremo estadounidense el señor Trump. Esto lo hizo contra los pronósticos que hace unos meses se hacían, pero la mediocridad de la administración de Joe Biden, sumado a la tardía nominación de la candidata presidencial demócrata Kamala Harris, adicional a problemas económicos resentidos por los bolsillos de sus conciudadanos, conspiraron para darle mayoría palmaria en las urnas: este fenómeno le da vitalidad al renovado Trump, quien ha redoblado sus bravatas y ambiciones para su finalidad de “Hacer a los Estados Unidos grande otra vez”, frase goebbeliana (por Goebbels, el ministro de propaganda nazi) utilizada como lema de campaña. Y los gringos se lo han creído, -igual que los alemanes admiradores de Hitler- relegando las afrentas que cometió su locuaz redentor: está declarado judicialmente como delincuente, tiene muchos cargos penales pendientes y hasta cuestiones fiscales oscuras. Esta situación hizo que la prensa divulgara el rompecabezas en un encabezado: “Trump, presidente con todo el poder y criminal convicto”. (El País, 6-nov-2024).





Lo esencial de las acciones en esta segunda era trumpiana, la expresó el magnate en su toma de posesión, y que podemos interpretarla por su conservadurismo al afirmar: “A partir de hoy, la política oficial del gobierno de Estados Unidos será que solo existen dos géneros, masculino y femenino”. El golpe a los derechos humanos, está a la vista.


Para asustar al mundo, y con dirección a Latinoamérica, es fu afán resucitador del viejo sueño imperialista del Tío Sam: “Perseguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estrellas”. Para ello, se comprometió a “construir el ejército más fuerte que el mundo haya visto jamás”, y él -Trump- como “Comandante en Jefe, no tengo mayor responsabilidad que defender a nuestro país de amenazas e invasiones, y eso es exactamente lo que voy a hacer, lo haremos a un nivel que nadie ha visto antes”. De esa manera, como policía mundial, considera que “Nuestro poder detendrá todas las guerras y traerá un nuevo espíritu de unidad a un mundo que ha estado enojado, violento y totalmente impredecible”. Y en tal encomienda, enfatiza que “No nos dejaremos intimidar. No nos doblegarán y no fracasaremos”.


Así pues, bajo su gobierno, Trump declara que “La decadencia de Estados Unidos ha terminado” pues él encabeza una nueva visión que gobernará a EU y, por consiguiente, “La edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”, lo cual significa para su febril ideología y para el gusto de sus apasionados seguidores, que “La luz del sol está brillando sobre el mundo entero y Estados Unidos tiene la oportunidad de aprovecharla como nunca antes”, con lo cual “El sueño americano pronto volverá a cobrar vida y prosperará como nunca antes…” y desde luego, el “mesías” es el reelecto gobernante norteamericano, quien sin tapujos pregona: “Fui salvado por Dios para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”.





En consecuencia, en su turbado pensamiento, busca recuperar el canal de Panamá, adquirir la isla de Groenlandia, convertir a Canadá en estado de la unión estadounidense, imponer cuantiosos aranceles a las mercaderías que ingresen a su nación, y en su arrobamiento mental, hasta cambiar el nombre del Golfo de México, por el de golfo americano. Al respecto, como una afirmación fue declarar una emergencia energética, observadores puntillosos atisban que eso fue para dar justificación a futuras exploraciones petrolíferas en esa zona marítima que indudablemente es mexicana.


Y siguiendo con México, manifestó el exultante mandamás norteño, que con motivo de los millares de migrantes que meditaba expulsar, restauraba el plan de que nuestra patria sería un tercer país seguro. A ello, por instrucciones de la presidenta Claudia Sheinbaum -CS-, el canciller Juan Ramón de la Fuente, respondió que, “si lo vuelven a instrumentar, la indicación es enfatizar en que es una decisión unilateral que toman ellos. No lo compartimos.” (Mañanera, 20-ene-2025). Sobre el tema, opiniones de muchísimos políticos, académicos y observadores, coinciden en que la actitud de la mandataria azteca ha sido acertada, valiente y madura.


Las fracciones parlamentarias en el Congreso de la Unión han estado acordes en respaldar a la presidenta. El diputado Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, anunció el 23 de enero, que se suscribió un acuerdo relativo a la relación bilateral México-Estados Unidos, por legisladores de Morena, PT, PVEM y la coordinadora parlamentaria de MC, manifestando “su respaldo a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en la conducción de la política exterior y en defensa de los migrantes y el respeto a la soberanía”. Es de señalar, expresó Gutiérrez Luna, “que a tal acuerdo no se sumaron los dirigentes del panismo y el priismo. En su mezquindad…”, ellos hicieron cálculos para obtener dividendos políticos, dando la espalda a millones de mexicanos. Concluyendo: “Luego se quejan porque los llamamos traidores a la patria, pero eso son. Cuando no votaron los apoyos sociales, cuando no votaron la reforma eléctrica, y ahora, al regatear este apoyo, se convierten en traidores a la patria”.





Por su parte CS, al tiempo de agradecer a los mexicanos su mayoritario apoyo (entre el 70 y 80%) a su trabajo, recalcó el respaldo que recibió de los 32 gobernadores (incluidos de todos los partidos políticos) quienes representan la unidad nacional, así como el del sector privado que le enfatizó su apoyo. Incluso, internacionalmente se ha ponderado y tomado como ejemplo, el modo en que la presidenta mexicana encara al señor Donald Trump. Y ante esto, el mismísimo ejecutivo de EU, desde Washington expuso al Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, que “Tenemos una relación muy buena con México. La situación ha mejorado en los últimos años. Lo más importante es asegurar la justicia entre ambos países”.


No cabe duda de que las relaciones mexicanas con Estados Unidos siempre han sido, no solo importantes, sino difíciles. Pero con unidad nacional y la sensibilidad evidente de nuestra presidenta, estamos ciertos que nuestra patria saldrá adelante.





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