Fernando G. Castolo
Cuatro
cirios encendidos chisporrotean junto al féretro de Monseñor. La
Santa Iglesia Catedral de Santa María de la Asunción, basílica
lateranense, ha sido dispuesta como capilla ardiente, a fin de que la
feligresía pase a observarle por última vez. Todos desfilan.
Todos
desean despedirse de aquel Padre Obispo (como le bautizara Adolfo
Espinoza de los Monteros). En la fila hay ricos y pobres;
intelectuales, artistas, científicos, gobernantes civiles y
eclesiásticos... Niños y adultos, hombres y mujeres que fueron
marcados por aquel personaje que todo lo dio a raudales y que en esa
entrega se fue transformando de hombre mortal a celestial.
Se le veía
como un Santo en vida, porque siempre ofreció el carisma de una
portentosa personalidad de la que fue asistido. Amó como pocos a
esta región diocesana, y quiso reposar en los suelos de su sede
episcopal. Diecisiete años duró su mitrado, suficiente tiempo como
para ganarse el corazón de todo un pueblo que vislumbró en su
Pastor el celo de su noble ministerio. Casi un cuarto de siglo nos
acompañó, nos escuchó, nos aconsejó y nos mimó como ese Padre
Putativo de Jesús, el patrono juramentado San José. "El día
que muera quiero que me velen a los pies del altar Josefino...",
expresión de Monseñor que compartió el Cura oficiante como
anécdota personal. En la historia de Zapotlán se guardan gratos y
memorables recuerdos de sacerdotes que nos dieron lo mejor de ellos:
Atenógenes Silva y Álvarez Tostado, Silviano Carrillo y Cárdenas,
y José Manuel de Jesús Munguía y Vázquez. Hombres de Dios que
inspiraron templanza y alegría en medio de las penurias que nos han
agobiado.
Así, nuestro tercer Obispo Diocesano, don Braulio Rafael
León Villegas irradió lo mejor de su personalidad hacia este
rebaño. Nacido en León, Guanajuato, el 26 de marzo de 1943, hijo de
don Juan Rafael León Chávez y de doña Manuela Villegas Macías, ha
dejado una huella imborrable en esta porción geográfica del Sur de
Jalisco ahora que ha partido. Hace tres años le diagnosticaron
cáncer en el páncreas, enfermedad que enfrentó con el mayor de los
estoicismos, dando una invaluable muestra de su cercanía con Dios,
quien finalmente lo llevó a su regazo la tarde de este lunes 30 de
diciembre de 2024. Se fue mortalmente con el año, pero su presencia
espiritual nos queda tatuada para toda la vida. Gracias don
Rafael!... Y, en el cielo, una nueva estrella ilumina nuestra faz…
*Historiador e investigador.
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