jueves, 9 de enero de 2025

El tsunami a la distancia

 



Mariano Cariño Méndez


Voltaire, filósofo francés, dijo en el siglo XVIII: “Los que puedan hacerte creer absurdos, pueden hacerte cometer atrocidades”. Esta sentencia aplica a nuestra realidad cotidiana. Cuando el hombre asume como propio, sin ninguna comprobación, todo lo que se dice al por mayor en nuestro país, principalmente aquellas sentencias que afirman que todo va viento en popa, que la situación internacional en nada afecta a México, que ahora se “gobierna” para la clase trabajadora, que en nada nos debemos de preocupar y mucho menos de ocupar; que basta con ver la mañanera para estar bien informados, y, por último, en hacernos creer que los males de nuestra patria se van a resolver repartiendo dinero a diestra y siniestra en los distintos programas de transferencias monetarias.


Pero la realidad no se comporta a capricho de nadie, se desarrolla tal cual es, refleja la situación que se vive y vivimos, nos guste o no; la comprobación última la tenemos en los hechos y, sin duda, lo invito a verla sin prejuicios ni endulzantes de ningún tipo. Estamos a pocos días de que asuma la presidencia de los Estados Unidos un presidente que no ha tenido el más mínimo rubor por descalificar nuestra patria, con amenazas de todo tipo, desde imponer aranceles, hasta deportar a millones de migrantes mexicanos en un santiamén. Dichas amenazas deben ponernos en sobreaviso, pues el principal socio comercial que tenemos es nuestro vecino del norte; de los productos mexicanos que se exportan, el 78 por ciento va a parar a dicho territorio, es decir, tenemos una dependencia casi total. En el momento en que decidan dejar de comprar, estaremos en serios problemas, ya que una gran parte de la población nacional está inmersa en la producción de dichas mercancías.

En el caso de la deportación de migrantes, las amenazas son más severas. En Estados Unidos residen 12 millones de migrantes mexicanos, de los cuales 4 millones son indocumentados. Las proposiciones del presidente electo prometen no solo afectar a los indocumentados, sino a toda la población migrante, ha dicho que está dispuesto a deportar a familias enteras, sin importarle su estatus legal. ¿México está preparado para recibirlos? ¿Se cuenta con suficientes fuentes de empleo? ¿Existen los servicios básicos indispensables para todos? ¿Hay vivienda accesible?





La respuesta a las interrogantes es un rotundo no. Veamos, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la Población Económicamente Activa (PEA) en el México es de 61.4 millones de personas, de los cuales 59.8 millones están ocupados, el 45.7 por ciento en el sector formal y el 54.3 por ciento en el informal. No se cuenta con empleo digno para los mexicanos y si a eso le sumamos a los que se pudieran incorporar por las políticas migratorias de Donald Trump, la precariedad del empleo aumentaría. Para continuar, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), contabilizó 11.8 millones de personas que carecían de calidad y espacios de vivienda; 22.7 millones carecían de acceso a servicios básicos en sus viviendas. Nuestros paisanos pues, se sumarían a engrosar las filas de los pobres en nuestro país.

Con todo lo dicho hasta aquí, algunos pudieran pensar que la patria nuestra carece de fortuna, pero en realidad no es así; somos una nación rica, así lo demuestra el Fondo Monetario Internacional (FMI) al ubicar a México en el lugar número 12º en cuanto a poderío económico y aunado a ello somos el país de la OCDE que más horas trabaja. El problema de nuestra nación es el rumbo que le han marcado los gobernantes pasados y presentes, un rumbo que ha garantizado solo el bienestar de la clase rica. Solo así se explica que, por un lado, haya fortunas como la de Carlos Slim, el mexicano más rico, que tendría que vivir 274 años para acabar con su riqueza a razón de que se gaste un millón de dólares al día, es decir, 20 millones de pesos, y por el otro, la clase trabajadora que tiene apenas un salario mínimo de 278.80 pesos por día para poder sobrevivir. El rumbo hasta ahorita nos ha dejado a merced de la voluntad y locuras de nuestro vecino del norte. Si cumple con sus amenazas, desataría una reacción en cadena en nuestro país, desde la pérdida de los pocos empleos actuales, el encarecimiento de los productos de la canasta básica, hasta no poder cubrir las necesidades básicas como lo son la vivienda, salud, educación y servicios básicos.






Mientras una gran parte de la población está encantada con las tarjetas del bienestar para ser beneficiarios de los programas sociales, un tsunami se prepara a la distancia y nos puede tomar por sorpresa, porque la inacción es parte de las atrocidades que se están cometiendo; nos hace creer que las transferencias monetarias son la solución en el dicho, pero insuficientes para salvarnos del tsunami de la realidad. Las declaraciones del presidente electo de Estados Unidos deben servirnos para, nuevamente, darnos cuenta de nuestra realidad nacional, de la gran dependencia económica y de la gran desigualdad que sigue imperando a lo largo y ancho del territorio nacional.
Debemos tomar parte en la solución del problema, tomar las riendas de nuestro rumbo, cambiar lo que deba ser cambiado; no podemos estar eternamente a merced de las amenazas de cualquier individuo, por muy poderoso que sea, darnos cuenta de que lo que necesita nuestro país es un cambio de modelo económico, uno que garantice empleos dignos para todos en edad de trabajar, salarios bien remunerados, reorientación del gasto social y una política fiscal progresiva. No olvidemos nunca que la única manera de elevar la calidad de vida de los mexicanos es transformando sus condiciones materiales; lo demás siempre será demagogia.




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