jueves, 2 de enero de 2025

El rol histórico cultural de la mujer en Zapotlán

 



Fernando G. Castolo*


La mujer ―hablando en términos de género― ha tenido un papel tímido en la historia de los pueblos; quizá, por ello, existe esa necesidad de tratar de rescatar sus acciones que, como luces gloriosas, se manifiestan pródigas y ofrecen un panorama de reintepretación de los episodios que han marcado y definido la significación de lo que somos y representamos en el campo universal.




En el caso del territorio nacional se reconoce la presencia de La Malinche, mujer que tuvo un papel protagónico y decisivo en la llamada Conquista. Luego, también tenemos a Sor Juana Inés de la Cruz, una voz prodigiosa que traduce el ambiente virreinal y el rol de la mujer en ese escenario de limitaciones moralistas.

En nuestra región ya tenemos notables registros de la presencia de la mujer en el ámbito cultural desde la segunda mitad del siglo XIX, donde plumas como la de Refugio Barragán de Toscano (Tonila, Jalisco, 1843) o la de Balbina González (Ciudad Guzmán, 1863) son propicias para alentar actividades creativas e intelectuales en el género femenino (ambas mujeres, por cierto, aparecen antologadas en el libro “Mujeres notables mexicanas” (1910) de Laureana Wright de Kleinhans). Sus esfuerzos por cincelar un nombre de respeto y prestigio hoy en día tienen sus nobles frutos, aunque prevalece la gran necesidad masculina por apropiarse de los espacios públicos y seguir marginando a la mujer a los espacios privados, a los del hogar y los hijos, limitandola a un rol social “aceptable”.


Fotografía de la ilustre poetisa zapotlense
 decimonónica Balbina González



Muchas de las damas que tomaban papel y pluma en la época se encuentran aún en el anonimato dado que, si bien lograban publicar alguna que otra aportación literaria, esas colaboraciones eran signadas usualmente con pseudónimos. No, esto no era un atentado contra la mujer decimonónica. Debemos de entender y atender un espacio y un tiempo cuyas circunstancias ―desalentadoras por cierto― eran muy diferentes a las actuales; y, sin embargo y a pesar de ello, nos conmueve ver que tenemos virtuosos ejemplos publicados de sus creaciones.

En los censos de profesiones locales que tenemos registrados desde 1870 y hasta 1960, lastimosamente no aparece ninguna mujer con carrera profesional desempeñando alguna labor en beneficio de la colectividad. Claro, solamente tenemos a Profesoras Normalistas, usualmente “señoritas”, que dedicaban afanosamente su vida al servicio de la educación de la niñez, donde sobresalen muy notables mujeres como María Leonarda Timotea Zúñiga González (Zapotlán el Grande, 1840), María Mercedes Madrigal González (Ahualulco de Mercado, Jalisco, 1858) o María Josefa Dávalos Ortiz (Ciudad Guzmán, 1862), entre otras. El conservadurismo absurdo de la antigua Zapotlán era bastante estricto en sus reglas sociales.
Dignificar a la mujer ―así lo entendemos― es una tarea de todos, dado que tenemos la enorme deuda de reconocer sus luchas y sus triunfos, de ponderar su importancia en los anales de la historia, de destacar sus cualidades y de honrar sus acciones en la humanidad. Los esfuerzos nunca serán nulos, y menos si quedan plasmados en el pergamino de la trascendencia.




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