Brasil Acosta Peña
El
pasado lunes 20 de enero, Donald John Trump asumió la presidencia de
Estados Unidos (EE. UU.) en cuyo ritual cívico puso la mano
izquierda sobre La Biblia, repitió las palabras dichas por quien le
tomó la protesta, levantó la mano derecha para simbolizar su
juramento y afirmó: “sí, protesto”. Fue así como en una
innocua ceremonia política, el hombre de las múltiples amenazas
contra la paz mundial ocupará la Casa Blanca durante cuatro años,
recinto de donde, desde hace más de una centuria, el imperialismo
yanqui ha pretendido conservar el orden mundial en favor de los
intereses económicos y políticos de su oligarquía.
Lo más
destacado del discurso de Trump fueron sus palabras en torno a que
Dios lo ha enviado para salvar a EE. UU., con lo que se asume como un
mesías o un iluminado por la divinidad. Esta actitud me recordó a
los reyes medievales, que afirmaban ser hijos “legítimos” de un
ser supremo y, por tal motivo, disponer del derecho a gobernar sobre
los pueblos. Sin embargo, debemos recordar que el poder genera
envidia y que ésta, a su vez, induce a la traición, al asesinato y
al fratricidio, aun cuando el poder se ejerza “por la gracia de los
cielos”.
El discurso de Trump representa a la ultraderecha y
lo evidencia como un legítimo heredero del nazifascismo hitleriano.
Veamos algunos de sus pronunciamientos para que EE. UU. “vuelva a
ser grande nuevamente”: debe recurrir al proteccionismo agresivo
mediante imposiciones arancelarias de 25 por ciento contra sus socios
o enemigos comerciales. Esta cuota, sin embargo, no sólo afectará a
los países que exportan a esa nación –como el nuestro, que envía
allá 80 por ciento de sus mercancías– sino también a sus
consumidores, que deberán pagarlas 25 por ciento más caras.
En
otras palabras: sería un impuesto contra los propios
estadounidenses, pero disfrazado con el adjetivo de “abusivo”
aplicado a mexicanos y chinos. Sería, pues, una medida fiscal
contraria a los intereses del pueblo estadounidense, al que los
poderosos oligarcas del estilo de Trump desprecian como en su tiempo
lo hizo contra los alemanes Federico Nietzsche, uno de los filósofos
precursores del nazismo.
La industria estadounidense no tiene
capacidad para sustituir al interior de su gran mercado las
importaciones chinas y los aranceles, que provocarán escasez y
aumentarán el precio de los productos que consume su población y
ceñirán aún más la dieta básica de muchos estadounidenses. Tal
proteccionismo, por tanto, no defiende al pueblo norteamericano, sino
a los industriales más ricos, a los multimillonarios.
Trump
advirtió asimismo que, en su país, defenderá la libertad de
expresión; pero anunció que su gobierno únicamente reconocerá la
existencia de los sexos masculino y femenino, asumiendo una actitud
homofóbica al advertir que coartará la libertad de expresión y el
lenguaje específico de los homosexuales estadounidenses. Con esta
contradicción incurrió en la misma situación del “pájaro que
sabía escribir” quien borraba con la cola lo escrito con el
pico.
Los ricos más ricos han llegado al poder en el país
vecino; prueba de ello es la participación en el equipo de Trump del
magnate Elon Musk, empresario dueño de la compañía automovilística
Tesla (que se beneficiará directamente con el arancel del 25 por
ciento aplicado a los autos chinos) y la red social X. Entre las
anécdotas más significativas destacó el saludo nazi realizado por
Musk en dos ocasiones para aludir a Adolfo Hitler, cuya práctica
actualizada seguramente estuvo acompañada por el grito soterrado:
“Hi Trump”.
Un periodista sino-francés de la Agencia de
Noticias de China me informó que sería bueno hacer un estudio sobre
la actual situación de Rusia, porque resulta que las sanciones
comerciales impuestas por EE. UU. y la Unión Europea (UE) –las
mayores en los tiempos modernos– en lugar de perjudicarla, le han
servido para crecer y desarrollar su economía. Este resultado ofrece
a México un ejemplo de cómo podría convertir el proteccionismo
gringo en un acicate para no depender más de EE. UU. e impulsar su
propio desarrollo industrial.
Cerrar la frontera, impedir el
paso legal de trabajadores, amenazar con deportar a millones de
mexicanos y llegar al extremo de decretar que un niño nacido en EE.
UU. no es estadounidense porque no es de padres anglosajones, son
expresiones adicionales del racismo nazifascista que en los próximos
cuatro años amenaza con discriminación, deportaciones y muerte a
millones de inmigrantes mexicanos y otras naciones, como ocurrió a
los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945),
muchos de los cuales fueron asesinados y cremados en los campos de
concentración de Hitler.
Además, la inclusión de México en
la lista de países con terrorismo y la amenaza de Trump de mandar a
territorio mexicano tropas para “combatir” a los cárteles de la
droga son otros dos signos con los que los republicanos se deslindan
de la realidad binacional e internacional. ¿Se atreverá hacerlo?
Podría ser. Pero, a juzgar por lo sucedido en su primer mandato
(2017-2021), cuando amenazó con invadir Cuba y no lo hizo, y con
todo para efectuarlo, veo difícil que vaya a invadir México; aunque
sí usará el narcoterrorismo como pretexto para “doblar” al
gobierno mexicano y beneficiar a las clases poderosas de EE. UU.
El
renacimiento de la derecha fascista en el mundo no es cosa nueva,
pero en el Siglo XX halló las condiciones adecuadas para arraigar y
extenderse sobre Europa hasta que se topó con el pueblo soviético
que lo detuvo y derrotó. Ahora los pueblos del mundo tienen la tarea
de unir sus fuerzas en torno a las luces del mundo multipolar, con
Rusia y China, para frenar a los neonazis. Solamente los pueblos del
mundo, incluido el estadounidense, que también es víctima de la
oligarquía yanqui, están llamados a cerrar el paso a la
ultraderecha.
La radicalización ulterior de Trump y las
clases poderosas de EE. UU. es, a fin de cuentas, un signo más de la
decadencia imperialista yanqui y, como predijo Carlos Marx, haga él
lo que haga, el sistema capitalista no tiene remedio, ni manera de
frenar su decadencia. Y para convertir el peligro en oportunidad,
resulta indispensable que el pueblo de México se unifique, organice,
luche, tome el poder, gobierne e imponga una barrera inexpugnable a
los intereses de las minorías estadounidenses.
Construyamos
una sólida alianza nacional y cerremos filas con Rusia y China para
frenar al neonazismo y los abusos de la derecha estadounidense. Dada
nuestra vecindad con EE. UU. esta tarea es ineludible y urgente.
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