Fernando G. Castolo
En los años setenta del pasado siglo se experimentó en Ciudad Guzmán una especie de profesionalización de la construcción, apareciendo en la escena los nombres de varios ingenieros y arquitectos responsables de las obras. A pesar de esta demanda, existen muy pocos profesionistas en la rama, aunado a que muchos de ellos ni siquiera son locales. Algunos de los edificios más emblemáticos de la traza urbana corresponden a esta época, y se consideran verdaderos iconos por sus formas vanguardistas, lo que le dio a la ciudad un aspecto más moderno.
Por principios de cuentas, el departamento de Obras Públicas municipales impone como requisito la presentación de planos arquitectónicos para iniciar la construcción de las fincas. Claro, los proyectos ejecutivos todavía carecían, en la mayoría de los casos, de planos estructurales, aspecto que cambió después de los acontecimientos sísmicos del 19 de septiembre de 1985.
Las casas-habitación se proyectan con desniveles en su interior, cubiertas con prolongadas lozas que van definiendo la identidad de los espacios. Existe una preocupación por la estética, y hay capacidad económica para aspirar a tener una edificación única, cuyas formas fueran inspiración para otros capitales no tan favorecidos.
Hay recámaras con sus propios servicios de baño, cocheras adornadas con jardines exóticos, cocinas asistidas de desayunador y su patio de servicio, estancias a doble altura, comedores, bibliotecas, salón de juegos, zona de lavado y hasta albercas. Las casas-habitación de la aristocracia guzmanense son de exitosos comerciantes y de profesionistas, así como de rancios capitales que desean conservar su status. Estas casas, por cierto, se alejan del centro poblacional y se construyen en parajes de la periferia.
El panorama es propicio para la consolidación profesional de personajes que hoy son un referente obligado en la historia de la arquitectura de Ciudad Guzmán: Javier Zepeda Luis Juan, por ejemplo, procede de una familia nativa zapotlense dedicada a la birriería (la mejor del pueblo dirían algunos conocedores) y su actividad lo llevó a diseñar complejos arquitectónicos y urbanísticos para la ciudad.
Procedentes de Yahualica de González Gallo, llega a la ciudad la familia Limón Barajas; dos hijos de este matrimonio lograron también incursionar de forma exitosa en la construcción: el ingeniero Salvador y el arquitecto Raúl (por cierto, con quien laboró un tiempo mi hermano Daniel, despacho en el cual se diseña la casa-habitación de mis padres); además, también estuvieron involucrados en los procesos de remozamiento del Centro Histórico, por allá en la década de los noventa del pasado siglo.
Constantemente aparecen firmando los planos arquitectos como: Carlos Humberto Espinoza Peña, Jesús Udave Chacón, Carlos Fernández Aldrete, Marco Antonio Betancourt Vargas, Germán Moreno Leal, Rigoberto Chávez Vaca, José Luis Covarrubias García, José Sandoval Zamora y Javier Lira Velarde. También firman algunos ingenieros peritos: Juan Rivera López, Héctor M. Díaz Torres, Herminio Heredia Méndez, Jesús Udave Gutiérrez, Alberto Martínez Cuevas, David Rojas Figueroa, José Guerra López y Benjamín Espinoza Pinto, entre otros. Es común encontrar en los planos la firma de “S. Esqueda”, de quien ignoramos su nombre completo.
Entre las residencias construidas en la época aparece la de la familia Corona Vizcaíno, la del comerciante Miguel Corona Sotomayor, la del impresor José de Jesús Gutiérrez Tejeda, la del empresario papelero Mario Fuentes, la de Rodolfo Larios González (hermano de la Presidenta María Elena Larios González), la del también impresor Luis Ernesto Lomelí, la del médico Raúl Ulloa Puga, así como la del también médico José Manuel Gutiérrez Pérez; la del empresario hotelero José de Jesús del Toro Sánchez, la del profesor Casiano Villanueva Amador y la del médico Gregorio Espinoza Ochoa, entre otras más.
En la traza urbana también se erigen edificios que albergan oficinas y centros comerciales como el “San Pedro” o el “Edificio 74”; se elaboran proyectos para las agencias automotrices como Motormexa, Velmar Automotriz y Volskwagen; el icónico restaurante conocido como “Los Arcos” (propiedad de Marcelino Vázquez); y la proyección de espacios comunales como el Jardín Gordiano Guzmán, el Jardín del Rico y el Jardín José María Arreola.
Es la época en la que el Presidente Municipal Vidal Magaña del Toro se cobija del talento de los hermanos ingenieros Lares, quienes se ponen manos a la obra en el diseño y construcción del Palacio de Gobierno Municipal, el Kiosco del Jardín Principal y el trazo de otras importantes obras que hermosearon la ciudad.
La época de los años setenta del pasado siglo es un referente puntual en la historia de la arquitectura de la ciudad. Estas construcciones han quedado como fieles testigos de un espacio y de un tiempo que evidencia los gustos por modernizar el aspecto pueblerino que por años mantuvo la antigua Zapotlán.
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