José Ojeda Larios
Cuando tuvo el dinero reunido se dirigió a la agencia de viajes. Ahí le apoyaron con todos los trámites. Se llegó finalmente el día de partir. Abordó el barco que lo llevaría por todo el Atlántico hasta llegar a la esperada Europa. Durante el trayecto, a la hora de consumir los alimentos, todos se dirigían al elegante restaurante. Ahí todos solicitaban exquisitos platillos: pescados, mariscos, pechugas de pollo, selectos cortes de carnes rojas, etc. En cambio, el joven soñador solamente se limitaba a pedir frijoles cocidos y agua.
Así transcurrieron los días, y diario comía frijoles cocidos y tomaba agua. En los últimos días del trayecto un camarero le preguntó que por qué nunca pedía alimentos de la carta. El joven se limitó a contestar que no tenía dinero para comprar comida tan selecta. El camarero sorprendido le dijo que, desde que él compró el boleto para abordar el barco, todo estaba incluido, que no tenía porque pagar nada...
Moraleja: la vida es un viaje y desde que estamos en este mundo ya hemos pagado el boleto que incluye todo, así que cada quien tiene la opción de aprovechar al máximo o no lo que la vida nos ofrece gratis.
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