Fernando G. Castolo*
La Navidad es tiempo de hacer un alto total en la vida, realizar una retrospectiva sobre lo que hemos camino y evaluar si eso es lo correcto o debemos de modificarlo. Es una oportunidad para mostrar un rostro renovado, esperanzador, que nos permita reorientar, hacia algo mejor, nuestra humilde y efímera condición.
En la reflexión siempre se piensa en la trascendencia: Cómo deseamos que nos recuerden? Qué debemos de hacer para dejar una huella imborrable en los corazones de aquellos que nos significan? Más allá de los problemas que enfrentamos en el día a día, debemos de estar dispuestos a evidenciar la casta con la que fuimos asistidos desde el momento de la concepción.
Realizar
un ejercicio congruente con lo que decimos y hacemos, será
suficiente como para posicionarnos en un pedestal que nos permita
pervivir más allá de épocas y fronteras. Somos nuestros propios
escultores y debemos de tallar en la pieza de mármol nuestra mejor
pieza, la que será admirada por muchos años y, quizá, será motivo
de inspiración para las generaciones venideras.
Reflexión... a eso nos invitan las celebraciones en esta época en la que tenemos la oportunidad de ofrecer nuestra mejor versión. ¡Feliz Navidad!
*Historiador e investigador.
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