Fernando
G. Castolo*
A la distancia le parece increíble lo que pudo lograr con constancia y disciplina... "Mi único vicio es el café", nos comenta con un sincero esbozo de satisfacción en ese rostro apacible, invadido de surcos de experiencias y facciones de cordialidad. De vez en cuando, de forma inesperada, saltan anécdotas jocosas, dichos y refranes que surgen de una inteligencia mansa, que se expresan con una dulzura tal que provocan la risa antes que la incomodidad.
Mira en perspectiva su taller, de donde emanan verdaderas obras de arte que son admiradas y reconocidas en todo el orbe. Ha recibido todos los premios que se le pueden ofrendar, homenajes en Gobiernos, Cámaras parlamentarias, instituciones culturales y, lo más importante, en su propio pueblo natal se le considera "ilustre" y se le trata como tal.
Vivir plenamente es su máxima positivista. Su alta calidad y calidez humana lo hacen un personaje nada ordinario en su tiempo y en su circunstancia... Hace algunos años descubrí que tiene antecedentes familiares en esta antigua Zapotlán el Grande. Ello me enorgulleció y, por ello, yo también le guardo un respeto y una admiración a un sayulense por el que discurren sangres zapotlenses. El noble oficio de su alquimia y su gran personalidad hacen de don José Ojeda Larios un verdadero forjador de nuestro mundo contemporáneo y, por ello, en vida es una inspiración trascendente.
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