A aquellos de nosotros que nos hemos acostumbrado a valernos
asiduamente de la oración, el tratar de desenvolvernos sin rezar nos
parecería tan poco sensato como privarnos del aire, de la comida o
de la luz del sol. Y por la misma razón. Cuando nos privamos del
aire, de la comida, o de la luz del sol, el cuerpo sufre. Y de la
misma manera, cuando nos negamos a rezar y a meditar, privamos a
nuestras mentes, a nuestras emociones y a nuestras intuiciones de un
apoyo vital y necesario.
— Doce Pasos y Doce
Tradiciones, p. 95-96.
El Paso Once no tiene que
abrumarme. El contacto consciente con Dios puede ser tan sencillo y
tan profundo como el contacto consciente con otro ser humano. Puedo
sonreír. Puedo escuchar. Puedo perdonar. Cada encuentro con otro ser
humano es una oportunidad para orar, para reconocer la presencia de
Dios dentro de mi ser.
Hoy puedo acercarme un poco más a
mi Poder Superior. Cuanto más busque en otra gente la belleza de las
obras de Dios, más seguro estaré de Su presencia.
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