Omar Carreón Abud
Como
no sea, en palabras de Winston Churchill, “sangre, esfuerzo,
lágrimas y sudor”, pronunciadas en un discurso ante la Cámara de
los Comunes en 1940, cuando ya había comenzado la Segunda Guerra
Mundial y los aliados e Inglaterra sufrían una derrota tras otra
ante la Alemania nazi, no existe otra opción. La atrevida franqueza
con la que el nuevo primer ministro anunciaba el futuro de sus
gobernados, hoy se sabe, no era más que un descaro insolente pues,
detrás del anuncio de las desgracias, se escondía la complicidad
asesina de los países capitalistas europeos y Estados Unidos (EE.
UU.) que, durante años, habían estado protegiendo, abasteciendo y
azuzando al militarismo alemán. Cuando Winston Churchill anunció
los sacrificios que enfrentaba y enfrentaría el pueblo inglés, en
efecto, ya eran irremediables, pero no lo habían sido antes de la
trama criminal urdida para arrojar al nazismo en contra de la Unión
Soviética.
Así también ahora, con cálculo preciso,
muy lejos de las casualidades, el capitalismo pretende seguir
arrancando tiempo de trabajo no pagado a las inmensas masas de
trabajadores del mundo, arrebatándoles sus recursos naturales y
convirtiéndolos en consumidores frenéticos de las montañas de
mercancías que portan sus ganancias. Eso explica el uso y el abuso
del pueblo ucraniano, que es el que llora a sus hijos y en el que más
de la mitad vive por debajo del umbral de la pobreza, al que se ha
aventado como punta de lanza para destrozar a Rusia y a China, cuyos
inmensos recursos quitan el sueño al capital. Así se explica la
desgracia humana. Por la vieja y devastadora guerra en la búsqueda y
la conservación de la ganancia privada.
Pero basta
detenerse un poco y examinar qué tienen en realidad los países
capitalistas para ofrecer a las familias del mundo. Las matanzas ya
las tenemos a la vista, las entrañas de los países cuyo régimen se
anuncia como libre, democrático y feliz, no tanto. Veamos. Japón,
estrecho socio y aliado dependiente del capital norteamericano desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial en que el régimen asesino se
rindió solamente ante EE. UU. en un buque de la marina
estadounidense y el General Douglas Mc Arthur, el gobernante de
facto, no quiso procesar al emperador Hirohito por crímenes de
guerra, ese modelo mundial de capitalismo exitoso está en graves
apuros. El Producto Interno Bruto (PIB) de Japón se contrajo 2.9 por
ciento anualizado de enero a marzo de este año y el PIB del periodo
octubre-diciembre del año pasado reportó un crecimiento anualizado
real de solamente 0.1 por ciento, mientras que el del periodo
julio-septiembre del año pasado arrojó un descenso anualizado de
cuatro por ciento. Japón, la tercera potencia económica del mundo,
se encoge.
El Reino Unido. Su economía se contrajo en el
cuarto trimestre del año pasado por segundo periodo consecutivo. Más
precisamente, el PIB británico cayó un 0.3 por ciento en el cuarto
trimestre del año pasado; después de haber descendido 0.1 por
ciento en el tercer trimestre, el país ha entrado en recesión. La
pérfida Albión, la arrogante, la que todavía se enorgullece de
poseer y exhibir a una capa parásita, la realeza y sus paniaguados,
que sólo se ocupa de hacer presencia en eventos diversos, ya cambió
de partido en el poder, el gran desgaste del partido conservador
impedía la manipulación y la conservación de la ganancia y tuvo
que entrar al relevo el partido laborista. El pitcher saliente deja
el partido perdido.
Francia, la tierra de la revolución
libertaria de 1789, en realidad, la patria que, en segundo turno, vio
tomar el poder político a la burguesía. Muy recordada ya como
imperialista por los habitantes de Argelia, Guinea, Níger y otras
víctimas, Francia es ahora la tierra del presidente que dice que va
a mandar a los hijos de sus gobernados a morirse a Ucrania y no goza
tampoco de cabal salud. Tomo algunos datos publicados por Thierry
Meyssan, hombre muy bien informado y amigo de la causa de los
pueblos:a fines de 2023, la deuda pública francesa ya era de 110.6
por ciento del PIB; la venta ilegal de drogas ha alcanzado un papel
económico tan importante (unos tres mil millones de euros) que ahora
se incluye en el cálculo del PIB; y las desigualdades sociales son
tan grandes que, mientras que cerca de tres millones de franceses, un
4.25 por ciento de la población, concentra el 48 por ciento de la
riqueza nacional, un 33 por ciento de los franceses tiene que
sobrevivir con menos de 100 euros después del décimo día del
mes.
EE. UU. guarda en sus democráticas y justicieras
entrañas dolorosos abusos contra los niños. Paso a creer que la
publicidad a los abusos sexuales contra los menores sirve sólo para
ocultar otra realidad igualmente nefasta pero más lucrativa. “La
industria de la comida rápida está provocando un aumento de las
violaciones del trabajo infantil en todo EE. UU., especialmente en
empresas con franquicias como McDonald’s, Sonic y Chick-fil-A…
las empresas de comida rápida han programado ilegalmente a miles de
adolescentes para trabajar hasta tarde y largas horas y para operar
equipos de cocina peligrosos… en algunos casos, las empresas han
contratado a niños de 13 años o menos, violando leyes de la década
de 1930 diseñadas para proteger su seguridad y sus oportunidades
educativas… en general, las violaciones en materia de trabajo
infantil se han más que triplicado en los últimos 10 años y las
violaciones en el servicio de alimentos casi se han multiplicado por
seis” (Washington Post, 14 de enero de 2024).
El
emblemático país capitalista llena los titulares de los medios de
comunicación con reportes que no dejan de asemejarse a una comedia.
La prodigiosa democracia norteamericana hace el ridículo. Se discute
ante el mundo si uno de los candidatos cometió delitos al hacerle
pagos a una artista de películas pornográficas con el fin de que no
divulgara sus relaciones extramaritales y debe ser castigado con
cárcel; y también se polemiza acerca de si el otro fuerte
candidato, presidente en funciones, tiene demencia senil o está apto
para gobernar y mantener y aumentar el dominio sobre buena parte del
mundo.
A Joseph Robinett Biden Jr., que no Joe Biden,
como lo ha instigado la prensa atlantista para sugerir afecto,
consideración y confianza, se le ha visto en grabaciones de actos
públicos desorientado, con la mirada perdida, sin saber cómo
comportarse ni a dónde dirigirse y se le han escuchado numerosos y
divertidos lapsus linguae en los que confunde personas y países o
alteran y hacen incomprensible el hilo de su discurso. Salvo su mejor
opinión, amigo lector, yo digo que esto es degradación
institucional y ¿no es la degradación institucional una expresión
del agotamiento histórico de un modo de producción?
En
un informe reciente del banco Credit Suisse, se dice que el 1.1 por
ciento de la población mundial concentra el 45.8 por ciento de la
riqueza de las familias de todo el mundo y, según la ONU, el mundo
tiene hoy 165 millones más de personas pobres que hace tres años y,
de ellos, 75 millones se encuentran en extrema pobreza. Un sistema
completamente injusto y aborrecible. Hay más. Ante la insistencia de
que abandone la campaña por la presidencia, incluso por parte de
algunos miembros de su propio partido, Joseph R. Biden, dijo: “Si
el Señor Todopoderoso viniera y dijera: ‘Joe, sal de la carrera’,
yo me retiraría de la carrera… pero el Señor Todopoderoso no va a
venir”. Se lo dijo a George Stephanopoulos de la cadena ABC y se
quedó tan fresco como una lechuga.
O sea que la cuestión
del poder es decisión de Dios. Nadie debe olvidar ni pasar por alto
que los más sanguinarios emperadores y reyes aseguraban que estaban
más allá del bien y del mal y que gozaban del privilegio del poder
por designio divino. No se dijo ahora “si el pueblo me favorece con
su voto”, ni siquiera como lapsus linguae, esta vez estuvo más
claro que el agua. Dios decide. Todo eso y más horrores ofrece
cínicamente el capital. Mejor organícese pronto y luche con
energía. No hay otra alternativa.
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