Carlos
Axel Flores Valdovinos
Antes de que se publicara el primer cuento reconocido por la crítica literaria “Hizo el bien mientras vivió” publicado en la revista Eos, que Juan José Arreola editó junto a Arturo Rivas Sáinz en 1943, en la que también se halla un ensayo titulado: “Análisis de un sueño” en torno a lecturas del psicoanálisis de Freud, Adler y Jung. Cabe decir, que fue en Zapotlán donde aparece el primer cuento de Arreola: “Sueño de navidad” publicado en el semanario “El Vigía” de Esteban Cibrián el 1° de enero de 1941. Además de un ensayo titulado “Poesía: sentimiento” publicado en la plaquette de los Primeros Juegos Florales de Zapotlán El Grande de 1942, editada en la Imprenta Fuentes de Ciudad Guzmán. Por otra parte, Arreola confiesa a Fernando del Paso en Memoria y olvido (2003, p. 108) que “a fines del 39 y principios del 40, escribí tres obras de teatro en un acto. Son farsas y se llaman: La sombra de la sombra, Rojo y negro, inspirada en Sthendal, y Tierras de Dios”. Sin embargo, estos textos se hallan inéditos, son considerados apócrifos en el canon de la bibliografía arreolina. Aunque Arreola ha contado en varias ocasiones la trama de dichas obras, no contamos con su evidencia. Recordemos que Arreola se fue a estudiar teatro el 1 de enero de 1937, a los 18 años, en la Escuela de Bellas Artes con Fernando Wagner, Rodolfo Usigli y Xavier Villaurrutia. Tras el fracaso en Celaya de la compañía de Teatro de Medianoche que coordinaba Usigli, Arreola estando en bancarrota se decide regresar a Zapotlán el 8 de agosto de 1940. En Memoria y olvido de Juan José Arreola (2003, p. 109) se narra lo siguiente:
En Zapotlán escribí mi primer cuento, “Sueño de navidad”, que no está recogido en Varia invención. Se publicó en el periódico El Vigía, la Navidad del mismo año de 40. Lo escribí casi por encargo. Cuenta la pesadilla de un niño en esa noche, y me interesa porque encuentro en él reminiscencias estilísticas de Leónidas Andreiev, el enorme cuentista ruso al que leí de una manera fanática. A él y a casi todos los rusos, de Pushkin a Leonov.
En el “Diario íntimo” (1941) publicado en El último juglar (1998) se hallan las memorias de Juan José Arreola contadas a su hijo Orso Arreola. En este diario se cuenta que tras una velada cultural organizada por doña Margarita Palomar Arias y don Alfredo Velasco Cisneros (octubre de 1940) en la que Arreola participó como declamador, fue invitado a impartir clases de Historia y Literatura en la Secundaria “Benito Juárez”, entre los que se contaban como alumnos, el destacado compositor zapotlense Rubén Fuentes. Es así como Arreola vuelve a Zapotlán el 22 de noviembre de 1940. Ya en Zapotlán, formó parte de una compañía teatral donde actuó también en pastorelas dirigidas por Margarita Palomar Arias, quien fue su mecenas. Durante esa temporada el joven Arreola, además de seguir escribiendo, leyó a diversos autores fundamentales para su estilo como Andreiev, Knut Hamsun, Dostoievski, Duhamel y Vigny que tuvieron una influencia y repercusión en sus primeros cuentos. Recordemos que a principios de los cuarenta Arreola padeció una aguda crisis mental causados por un trastorno físico debido a una congestión alimenticia y una infección intestinal, lo cual le acarrearía una severa crisis de nervios que sufriría eventualmente durante el resto de su vida, aunado a algunos fracasos amorosos que lo orillaron a escribir sobre temas metafísicos y religiosos como la angustia, la zozobra y la soledad existencial.
En Arreola en voz alta, que compila Efrén Hernández se habla del “enfermo imaginario” donde Arreola cuenta lo siguiente: “Ocurrió algo muy grave hacia 1941. Yendo de México a Ciudad Guzmán, tuve una intoxicación grave en Morelia y padecía fenómenos de tipo congestivo durante toda una noche, que dividieron mi vida en dos mitades categóricas. El día 14 de febrero de 1941, yo era todavía un muchacho sano de veintitrés años o veinticuatro años de edad; al día siguiente amanecí a otra vida, ya que perdí el estómago como se pierde la cartera” (2002, p. 135). En “Arreola, vida y legado” de Eric Uribares publicado en Arreola-Vale. Sus mejores conversaciones (2018, pp. 25-26):
El 15 de febrero, de vuelta a Zapotlán, me dieron algunos mareos en la carretera, que se me complicaron con una cena que hicimos ya tarde al llegar a Morelia a dormir. Sufrí una congestión alimenticia, complicada por una infección intestinal que posiblemente ya traía desde México. Mi padecimiento derivó en una terrible crisis nerviosa, que por momentos me hizo pensar en el suicidio.
Juan José Arreola padeció además de trastornos físicos, trastornos del ánimo, como depresión y ansiedad que se agudizaron en agorafobia y claustrofobia. Esto llevó a su personalidad hacia una inestabilidad “nerviosa”, que comenzó a mostrar desde el inicio de sus síntomas en su primera juventud. Esta condición física y emocional que aquejó a Arreola se vio reflejada en su obra como escritor.
Gracias a la amistad que mantuvo con don Alfredo Velasco Cisneros, Arreola poco a poco, tuvo la oportunidad de recomenzar su destino como escritor en Zapotlán, ya que la Biblioteca de don Alfredo fue un refugio donde Arreola encontró paz y tranquilidad. Además del cobijo de don Alfredo Velasco, Arreola encontró la esperanza del amor en Sara Sánchez Torres, a quien conoció el 21 de junio de 1941. En Sara más Amarás. Cartas a Sara se narran las vivencias de este encuentro amoroso fechadas desde el 11 de enero de 1942, donde escribe a propósito de su relación: “soy dichoso si pienso que un día tú y yo veremos juntos pasar la vida” (p. 23). Hay que considerar que el encuentro con el Grupo Arquitrabe y la visita de Pablo Neruda, además de su viaje a Guadalajara donde se destaca el grupo selecto formado por Arturo Rivas Sáinz, Antonio Alatorre y Juan Rulfo marcaron al escritor a comienzos de la década de los cuarenta.
El primer cuento de Juan José Arreola fue publicado en el libro “La Navidad en la literatura zapotlense” por Milton Iván Peralta y Héctor Alfonso Rodríguez Aguilar en La Jirafa, Editorial Sotavento (2010 y 2011) y la tercera edición aumentada en la Editorial Cartonera Ateneo Tzapotlatena (2024), al cuidado de Carlos Axel Flores Valdovinos y Elba Ventura López.
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