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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Trump y México

 


Brasil Acosta Peña


Alguna vez, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, durante una reunión que los antorchistas sostuvieron con los precandidatos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al gobierno del Estado de México (Edomex), advirtió que “el menos malo” de ellos era Alfredo del Mazo, quien al final fue el candidato a gobernador del tricolor en esa entidad y previamente se había negado a firmar un compromiso de trabajo con el Movimiento Antorchista Nacional (MAN). Esa misma imagen popular pudo haberse aplicado a los ahora excandidatos a la Presidencia de Estados Unidos (EE. UU.); aunque también pudo decirse que “ninguno era bueno”, que Donald Trump era “el menos malo” o “muy malo”. Veamos por qué.


La vicepresidenta demócrata Kamala Harris sustituyó al octogenario presidente Joseph Biden, quien precisamente por su edad avanzada debió renunciar a la reelección, ya que su chochez, olvidos y balbuceos daban la impresión de proyectar una imagen de decadencia de las clases dominantes de su país. Sin embargo, el cambio de Biden por Harris en la candidatura del Partido Demócrata (PD) no mejoró las preferencias del electorado gringo hacia éste sino, por el contrario, reforzó las tendencias hacia la derecha y el supremacismo del llamado “Estado profundo” de la Unión Americana.

Información periodística relacionada con el resultado de esa contienda electoral me atrajo porque decía que los demócratas no debían extrañarse de su estruendoso revés; ya que se habían alejado de las causas de las clases trabajadoras, que a su vez éstas se habían separado de los demócratas; y que, una vez electa Kamala Harris, continuaría con la política bélica que el complejo industrial militar impone a la Casa Blanca para promover permanentemente guerras en el exterior, vender armas y obtener cuantiosas ganancias –como ocurre ahora en Ucrania e Israel– sin preocuparse por la situación socioeconómica del pueblo estadounidense.

Pero, al margen de este análisis, no debemos soslayar que el electorado del país vecino sólo tenía dos opciones: continuar con la política bélica y supremacista con Kamala Harris o votar en favor de los industriales más poderosos, cuyo representante es Donald Trump. Además, debemos precisar que ni los demócratas ni los republicanos defienden los intereses de las clases trabajadoras; y que es probable que la victoria de Trump se halla debido a su posición de desafío ante el “Estado profundo” y a que no es partidario de la guerra, como lo evidencia su propuesta de negociar con Rusia el término de la guerra en Ucrania.





Es posible, asimismo, que su actitud antibélica haya causado el intento de asesinato en su contra, como ocurrió al expresidente John F. Kennedy hace más de medio siglo. Los dirigentes gringos y europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) deben sentir que “se les cerró el paraguas” en el frente militar de Ucrania; que su estúpida guerra contra Rusia puede concluir en los primeros meses de 2025 y que la industria militar de EE. UU., Gran Bretaña y Francia ya no percibirá ganancias multimillonarias en dólares, libras esterlinas ni euros el próximo año.

Pero se avizoran ya guerras comerciales contra China y México, porque Donald Trump pretende que EE. UU. vuelva a ser una nación grandiosa, asegura, pero quiere lograrlo con base en políticas proteccionistas, es decir, con la imposición de aranceles y restricciones comerciales a países competidores, mientras que quiere subsidiar a las compañías locales; con lo que incurrirá en prácticas de belicismo comercial que únicamente van a acelerar el aislamiento económico de su país en el mundo. Trump no está calculando correctamente las cosas, pues la industria no se desarrolla a punta de sanciones económicas.

Cuando el presidente electo de EE. UU. advierte que deportará a muchos trabajadores latinoamericanos de su país, no aclara, sin embargo, cómo los empresarios gringos sustituirán esos empleos, eficientes y baratos, cuya aplicación es mayoritariamente manual, agrícola y doméstica; debido a la que muchos ciudadanos estadounidenses no recurren a estas labores porque, metida en la cabeza, tienen la idea de que son “superiores” y que no deben realizar trabajos manuales. Además, nada garantiza que la mano de obra estadounidense esté dispuesta a sustituir a la latina y cobrar los bajos salarios que ésta percibe.





China se ha convertido en el blanco de guerra del imperialismo yanqui porque su desarrollo tecnológico es tan avanzado como el suyo y capaz de producir e innovar cualquier cosa en cuestión de minutos. Esta sagacidad es producto de las inversiones públicas en educación, ciencia y tecnología, contraria al modelo educativo estadounidense, que es privado, casi no tiene becas y los jóvenes deben trabajar o endeudarse para concluir una carrera de educación superior ¿Cómo podría EE. UU. superar el millón y medio de egresados que el sistema de educación superior chino produce anualmente si sus jóvenes talentosos no tienen dinero con qué pagar sus estudios?

Donald Trump ha amenazado con imponer aranceles del 25 por ciento sobre las mercancías salidas de México si el gobierno de nuestro país no combate a los cárteles de las drogas, o excluirlo del Tratado Comercial de Norteamérica (TCN) hoy denominado Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC). Si Trump cumpliera esta amenaza, tendríamos serios problemas; pero también los tendrían ellos, porque muchas mercancías gringas –entre ellas los automóviles armados en territorio mexicano– tendrían un sobreprecio de 25 por ciento al otro lado de la frontera norte. ¿No es esto dispararse un tiro en el pie?

No cabe duda de que la lengua no tiene hueso y que en las campañas electorales se emiten y prometen muchas cosas cuyas consecuencias se desconocen. Sin embargo, en el belicismo comercial de Trump hay varios indicios de que está hablando en serio. Uno de ellos es el nombramiento de Marco Rubio como Secretario de Estado, que si se concreta, confirmaría su propósito de adoptar una política exterior más agresiva frente a los adversarios geopolíticos de EE. UU. A través de Rubio buscaría atraer el apoyo de la comunidad latina hacia su gobierno y fortalecer el bloqueo comercial contra Cuba. (lostubos.com, 12 noviembre 2024).






Otro de los indicios de que Trump habla en serio es la designación de Tom Homan como “zar” de la frontera, quien durante la primera gestión presidencial de aquél promovió la mayor deportación en la historia de las relaciones bilaterales; y para evitar la separación de padres e hijos, deportó a familias enteras. (Excelsior, 12 noviembre 2024). Esta información asegura que actualmente hay 17.8 millones de niños de padres extranjeros nacidos en EE. UU. ¿Qué van a hacer Trump y Homan? ¿Expulsarlos a todos? Ya veremos… por ello insistimos en que debemos voltear hacia Rusia, China y América Latina y dejar de depender de quienes nos maltratan y en el Siglo XIX nos quitaron más de la mitad de nuestro territorio.



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