Cito: “La administración Biden se ha comprometido a
garantizar que “cada dólar que tengamos a nuestra disposición”
se envíe a Ucrania antes de que Donald el secretario de Estado
estadounidense, Antony Blinken” (Bloomberg). Los partidarios de
Estados Unidos (EE. UU.), los que todavía creen en el apostolado
democrático de la élite gobernante de ese país, muy seguramente se
sienten conmovidos hasta las lágrimas por la solidaridad contante y
sonante que asegura otorgar el funcionario citado. No obstante, les
convendría saber que el propio presidente de Ucrania, Volodimir
Zelenski, ha declarado pública y cínicamente (porque está mandando
a la muerte a los ucranianos) que el beneficiario de esos fondos es
el propio EE. UU.
En efecto, el
pasado 29 de marzo, el prestigiado informador RT, publicó lo
siguiente: “El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, volvió a
hablar… sobre la ayuda estancada de EE. UU. y reconoció que un
gran porcentaje de la asistencia de Washington se queda en el país
norteamericano. ‘Decenas de miles de millones se quedan en EE.
UU.’, dijo el mandatario en una entrevista con CBS News. ‘Seamos
honestos (¡!), el dinero que asigna el Congreso, la Administración
(Biden), en la mayoría de los casos, el 80 por ciento de este dinero
–bueno, al menos más del 75 por ciento– se queda en EE. UU. Las
municiones nos llegan, pero la producción se lleva a cabo allí, y
el dinero se queda en EE. UU. y los impuestos se quedan en EE. UU.”.
O sea que los
verdaderamente interesados en que la guerra siga a costa de cientos
de miles de vidas de ucranianos, mayoritariamente jóvenes, son los
fabricantes de armas establecidos en EE. UU. Muy aleccionador. Más
aún, el 20 o el 25 por ciento que, según informa Zelenski, sí
llega a Ucrania y, claro, también lo que no llega y se queda en las
manos de los fabricantes de armas de EE. UU., no es regalo, son
préstamos a plazo fijo con pesados intereses que están
rigurosamente garantizados con el propio territorio y los grandes
recursos naturales de los ucranianos. ¿En cuántas generaciones
quedarán pagados definitivamente esos créditos? El gran público,
que sólo se entera de lo que los hombres y las mujeres del poder
quieren que sepa, no lo sabe ni lo sospecha, pero los grandes
jugadores financieros de EE. UU. y sus socios del mundo lo saben
perfectamente bien, tienen calculado que esa deuda, como muchas
otras, nunca terminará de saldarse.
De manera que sólo
los cómplices, los informados por la prensa atlantista o los
definitivamemnte desinformados, pueden creer que la guerra en Ucrania
es en defensa de los ucranianos. En 2014, cuando en la Plaza Maidan
de Kiev dio comienzo una nueva fase de la embestida imperialista
tendiente a “limpiar” a Ucrania de la población secularmente
rusa o ruso parlante del Donbás para quedar en posibilidades de
incorporar a Ucrania a la OTAN, es decir, para llevar a la OTAN hasta
la frontera de Ucrania con Rusia y quedar en mucho mejores
posibilidades de bombardearla y destruirla, dio comienzo entonces,
también, un nuevo intento de descuartizar a Rusia y repartir sus
restos entre los voraces imperialistas.
Toparon con pared.
Rusia intentó la vía diplómatica, pero resultó que los firmantes
occidentales no cumplieron los acuerdos de Minsk en dos ocasiones y
hasta confesaron después que nunca estuvieron dispuestos a
cumplirlos y que sólo ganaban tiermpo. “La excanciller federal
alemana Angela Merkel (firmante ella misma)… declaró… (el siete
de diciembre de 2022) que los acuerdos de Minsk se firmaron con el
objetivo de dar tiempo a Ucrania para fortalecerse, destacó el
diario Die Zeit”. Más claro no canta un gallo. Rusia entendió a
tiempo la jugada y decidió defenderse lanzando en febrero de 2022 lo
que se llamó Operación Militar Especial con el fin de echar de la
zona del Donbass a los batallones fascistas pagados y armados por el
gobierno ucraniano, varios países europeos y, desde luego, por EE.
UU. y defender su frontera occidental.
La respuesta –hoy
se sabe muy bien– de todos los países de la OTAN, fue de apoyo con
dinero, información, armas y municiones a los batallones fascistas y
al ejército ucraniano. Se emprendió una guerra comercial de
aislamiento y sanciones para limitar la capacidad ecónómica y
militar de Rusia; hubo, y hay todavía, miles de sanciones
financieras contra bancos rusos, exclusión de los sistemas
financieros internacionales y congelación de activos, es decir, robo
de dinero depositado en bancos atlantistas y existen prohibiciones a
la venta de tecnología avanzada a Rusia, restricciones severas a la
importación de bienes y servicios rusos en diversos sectores y hasta
se llevó a cabo la voladura de los gasoductos submarinos que
suministraban el gas ruso que compraban a muy buen precio varias
economías europeas. En Rusia se sufrieron varios actos tipificados
en la ley internacional como terroristas. Se amplió la guerra de
información, acusando a Rusia de los peores delitos y prohibiendo en
buena parte del mundo la llegada de los medios de información que no
compartieran descaradamente la versión imperialista.
Hoy en día, cuando
el régimen títere de Volodimir Zelenski, derrotado, ya agoniza y
busca afanosamente hallar vías para una salida honorable, ya no para
el gobernante ucraniano, sino para el resto de los jefes
imperialistas que lo estuvieron azuzando y utilizando, cabe
preguntarse ¿qué ha sido de ellos? Contesto de botepronto y digo:
sus amos de la élites se disponen a recogerles el poder que una vez
les entregaron y, para guardar las apariencias, sustituirlos. El
partido de Emmanuel Macron tuvo importantes y graves pérdidas en las
elecciones para el Parlamento Europeo y, luego, en las elecciones
para la Asamblea Nacional Francesa, resultó que la primera fuerza
era el nuevo Frente Popular de las llamadas izquierdas. Francia tiene
un déficit fiscal de siete por ciento con respecto a su PIB (México
tiene 5.9 y ya es un escándalo), una deuda pública de 111.3 por
ciento de su PIB y una tercera parte de su población tiene que
sobrevivir con menos de 100 euros después del décimo día del mes.
Los días de Macron gobernante, arrogante y reaccionario, están
contados.
Inglaterra no
canta mal las rancheras. La economía de Reino Unido se contrajó en
el cuarto trimestre de 2023 por segundo periodo consecutivo; el país
entró en recesión y la deuda pública con respecto a su PIB
asciende al 103.2 por ciento. El gobierno de Alemania, la llamada
locomotora de Europa, está en apuros. El partido gobernante ha
sufrido derrotas electorales y a Olaf Scholz hasta se le prohibe
hacer campaña en donde vive (Brandemburgo) porque desprestigia a su
grupo político. Hace unos días, el ministro de Economía, Robert
Habeck, aseguró que se espera que la economía se contraiga un 0.2
por ciento este año, el segundo año consecutivo de contracción.
Olaf Scholz, el Canciller de Alemania, también tiene los días
contados en el gobierno.
¿Y Joseph
Biden, la cabeza de todos ellos en la guerra contra Rusia desde
Ucrania? Ya nadie ignora que perdió las elecciones para la
presidencia de EE. UU., su candidata y la del Partido Demócrata,
Kamala Harris, no tuvo más remedio que reconocer su derrota y él
mismo tuvo que recibir sonriente a Donald Trump en la Casa Blanca. Se
debilitan las economías y los gobiernos atlantistas antirusos; Rusia
y Vladimir Putin, resisten. ¿Será porque los pueblos ya se han ido
dando cuenta de que las guerras de conquista que han librado y
padecido ellos por órdenes de sus clases gobernantes tales como la
de Vietnam, la de Afganistán, desde luego, la de Ucrania y tantas
otras, a ellos, a los pueblos, no los benefician, sino que les dejan
huérfanos, incapacitados, mutilados y cada vez con más pobreza? ¿No
será porque los tiempos de la economía de la máxima ganancia, con
la sumisión y la explotación de los pueblos que carga consigo, ha
agotado sus posibilidades históricas?
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