Fernando G.
Castolo*
Hace casi 15 años coincidí en la ciudad
de Colima con el ingeniero Rafael Tortajada, de la Sociedad Colimense
de Estudios Históricos, un personaje muy peculiar en la cultura de
aquella entidad, dado que dominaba los temas históricos y los
compartía con un singular aderezo en pláticas amenas que atraía la
atención de propios y extraños.
Era
en la época un personaje con la edad de los canónigos, es decir, ya
entrado en años. Esa vez que me abordó muy saleroso me dijo: "Oiga,
¿Usted
sabe que el Rey Coliman era de Zapotlán?" Por supuesto, quedé
atónito y con gran entusiasmo me dispuse a escucharle. "Es que
el modelo que inspiró las formas de esta escultura era de
Zapotlán…".
El historiador Carlos Pizano y Saucedo en
su libro "El Rey de Coliman" (1955), comenta que este
personaje prehispánico, "hombre sin vicios y con grandes
virtudes del que nadie da una explicación satisfactoria acerca de su
origen", expulsó a los Tarascos que invadieron las
inmediaciones de las provincias de Sayula, Zacoalco y Zapotlán.
La
encomienda de la monumental obra escultórica estuvo a cargo del
artista Juan F. Olaguíbel, contratado por el Gobierno del Estado. La
escultura está labrada en bloques de piedra de la región, con una
altura total de ocho y medio metros (incluyendo el pedestal). El
propio Pizano y Saucedo comenta que el escultor cometió una serie de
atrocidades en la interpretación de los elementos que adornan la
figura, dado que no respetó indumentarias propias del lugar.
En
su mismo libro resalta que la verdadera efigie del célebre guerrero
colimense es una pieza que conservaba en la época la señora María
Ahumada de Gómez, en que se le representa "sentado en su trono
y con su traje de corte".
El ingeniero Tortajada comentó
en aquella charla que el escultor buscó afanosamente, entre los
tipos nativos de Colima, a alguien que le sirviera de modelo para la
ejecución de su obra. Pasando por una calle que la estaban
arreglando le llamó la atención un empedrador, de rasgos indígenas,
alto y corpulento. Al momento se le acercó y le invitó para que
fuera su modelo. "Este empedrador era de Zapotlán", me
dijo. Desde entonces se tiene una icónica escultura del Rey Coliman
inspirada en las formas físicas de un humilde empedrador zapotlense.
Por supuesto, esta versión la he cotejado con otros ilustres
historiadores de Colima, pero nadie da razón de aquella anécdota
del ingeniero Tortajada.
Lo
cierto es que la escultura enarbola las recientes monedas de $20
pesos, que la Casa de Moneda de México ha sacado a circulación en
homenaje al 500 aniversario de la fundación de la primitiva Villa de
Colima. La moneda rápidamente fue conocida en todo el hemisferio a
través de las redes sociales. ¿Representará
a un zapotlense? No lo sé, pero me gusta pensar que sí…
*Historiador
e investigador.
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