Fernando G.
Castolo
Nadie
sabe que el maestro arquitecto que diseñó la primitiva Parroquia de
Zapotlán el Grande, hoy majestuosa Santa Iglesia Catedral, fue don
Manuel Gómez Ibarra, personaje que, gracias a su intervención en el
diseño y construcción de las peculiares torres de la Catedral
Metropolitana de Guadalajara, inspiró sus neoclásicas formas en
aquella para concebir la exigencia de la feligresía zapotlense.
El
arquitecto Gómez Ibarra nació en Guadalajara, entonces capital de
la Nueva Galicia, el 11 de febrero de 1810, hijo de don Francisco
Javier Gómez Mena y de doña María Manuela Ibarra, matrimonio
distinguido e influyente en la sociedad tapatía.
Inicialmente
cursó sus estudios en el Seminario Conciliar de Guadalajara y,
posteriormente, en la Academia de Artes del Instituto de Ciencias del
Estado.
Entre 1835 y 1836 el Obispo don Diego Aranda y
Carpinteiro le encomienda la construcción del Sagrario
Metropolitano. Después, en 1843, le fue encomendada la terminación
del Hospicio de la Misericordia (hoy Patrimonio Cultural de la
Humanidad).
Otras importantes obras del célebre arquitecto
fueron: el Palacio Espiscopal de Guadalajara, el Santuario de San
José de Gracia, la Parroquia de San Juan Bautista de Mexicaltzingo,
etc., todas en Guadalajara. También tiene importante obra en otros
municipios jaliscienses, así como en Aguascalientes y
Tepic.
Ninguno de sus biógrafos ha considerado su intervención
en el diseño de nuestra hermosa Catedral guzmanopolitana, la que
seguramente proyectó por encomienda del entonces párroco don
Antonio Zúñiga Ibarra (su pariente).
Los trabajos de
construcción continuarían durante 34 años a partir de que se
deposita la primera piedra el 27 de mayo de 1866. Acompañó estos
trabajos el ilustre sacerdote don José Pablo Contreras Cobián
quien, después de la misa dominical de las 7:00 de la mañana,
encabezaba una numerosa comitiva de feligreses, quienes se
encaminaban hacia el pueblo de San André Ixtlán, a las minas de
cantera gris, retornando por la tarde, cada cual con una piedra en la
mano.
Finalmente, el inmueble catedralicio fue puesto al
servicio del culto público el 8 de octubre de 1900, encabezando la
ceremonia, en nombre y representación del Arzobispo de Guadalajara,
don Francisco Arias y Cárdenas, entonces Señor Deán y Vicario
General de la Arquidiócesis tapatía, siendo párroco nuestro
recordado Cura don Silviano Carrillo y Cárdenas.
El alcázar
josefino, en sus obras de terminación, estuvo bajo la
responsabilidad del ingeniero Domingo Torres, entonces director de la
Escuela de Ingeniería jalisciense.
Hoy, el grandioso monumento
de la Santa Iglesia Catedral conmemora su 124 aniversario, para
orgullo de todos los zapotlenses y la región Sur en general.
Historiador e investigador.
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