Ocúpate,
pues, de que tu relación con Él ande bien y grandes acontecimientos
te sucederán a ti y a infinidad de otros. Esta es para nosotros la
Gran Realidad.
— Alcohólicos Anónimos, p. 164
Tener
una relación buena con Dios me parecía ser imposible. Mi pasado
caótico me había dejado lleno de culpabilidad y remordimiento y yo
me preguntaba cómo podría funcionar este “asunto de Dios”. A.A.
me dijo que yo debía poner mi vida y mi voluntad al cuidado de Dios,
como yo lo concibiera. Sin tener otro lugar donde acudir, me puse de
rodillas y exclamé, “¡Dios, yo no puedo hacerlo, por favor
ayúdame!” Cuando admití mi impotencia, un rayito de luz empezó a
llegar a mi alma, y luego emergió mi disposición a dejar que Dios
controlase mi vida.
Con Él como guía, grandes
acontecimientos empezaron a suceder y encontré el comienzo de la
sobriedad.
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