Benjamín Netanyahu.
Mtro. Jesse Martínez
Medio Oriente está en una de sus mayores crisis desde hace mucho tiempo, el débil status quo de fuerzas y disuasión ha quedado obsoleto. Por un lado, Israel ha expandido su operaciones militares a Líbano, en un acto de abierta invasión y violación a su soberanía; el objetivo, establecer una zona de seguridad en el sur de éste país para que los colonos del norte de Israel no se vean amenazados por los constantes ataques de Hezbollah (grupo de resistencia armada apoyado por Irán y que respalda activamente la causa palestina). Paralelamente, Irán se queda sin tiempo ni margen de maniobra ante los constantes ataques de Israel a sus aliados proxies en la región y que el pasado 27 de septiembre tuvieron su culmen con el asesinato de Hasán Nasralá, líder de Hezbollah; este golpe fue consecuente con la muerte de otros líderes de jerarquía del grupo chiita, con ello, la organización y logística para grandes operaciones de la milicia se ven afectados de manera sustancial.
Fue después de la muerte de Nasralá que se dio a conocer un acuerdo secreto entre Irán, Estados Unidos e Israel; si Irán se abstenía de agredir a Israel en venganza por la muerte de Ismail Haniyeh —líder del grupo palestino Hamas, asesinado en Teherán capital de Irán—, entonces Israel detendría su incursión militar en Gaza. Sin embargo, fue durante esta brevem “tregua” que Israel se lanza sobre Líbano y Hezbollah, haciendo de las tierras libanesas un nuevo campo de batalla.
Hezbollah es el grupo armado más importante para Irán en la región, los lazos religiosos (ambos musulmanes chiitas) y la enorme inversión de dinero iraní al grupo libanés, hacen del Partido de Dios —eso significa en árabe— el mayor punto de apoyo en su confrontación con Israel; de ahí que Irán le haya suministrado durante décadas armamento e ingentes cantidades de misiles. Esta relación se ha visto sumamente afectada por la muerte de Nasralá, quién era ya un ícono religioso y militar de la lucha por la libertad del pueblo palestino; ahora, parece quedar claro para Irán que Israel ya no está dispuesta aceptar amenazas, ni disuasiones y mucho menos chantajes que le limiten. Bajo el gobierno de Benjamín Netanyahu, Primer ministro de Israel, la violencia ha sido el distintivo de las relaciones de Tel Aviv con sus vecinos hostiles.
Mujeres musulmanas llorando la muerte de Hasán Nasralá
Estamos a días de que se cumpla un año de los ataques de Hamas a Israel. En aquel 7 de octubre de 2023, los miembros de este grupo palestino efectuaron un asalto a territorio israelí en comunidades fronterizas a la franja de Gaza, quitándole la vida a casi 2 mil personas y tomando más de 200 rehenes según cifras del gobierno de Netanyahu. La respuesta de Tel Aviv fue inmediata y brutal, se iniciaron ataques aéreos y terrestres en al franja de Gaza, los ataques no distinguen a militantes de Hamas de la población civil; la devastación causada por Israel llega a proporciones enormes, Gaza arrasada e inhabitable, sin servicios ni garantías de seguridad para la población desplazada. Al día de hoy se contabilizan más de 41 mil víctimas y existen elementos claros de genocidio como consecuencia de la limpieza étnica y la destrucción del modo de vida de la población local.
Es en este contexto que Israel se embriaga del salvajismo más inhumano y grotesco. Sus ataques no distinguen niños o mujeres, civiles o militares, enemigos de inocentes... ¡No! Su ferocidad no se detiene sin importar las consecuencias. Tan absurda es su postura que incluso han declarado a António Guterres, Secretario General de la ONU, como persona non grata por manifestar que la escalada de violencia en Medio Oriente debe cesar. Esto ha sido interpretado por Israel como un apoyo del Secretario General a los ataques de Irán. Y es que ayer martes 1 de octubre Irán atacó por segunda vez directamente a Israel con cientos de misiles. Este segundo ataque —el primero fue en abril— ha sido en respuesta a las muertes de Haniyeh y Nasralá, pero sus efectos rompen las barreras de disuasión existentes abriendo un nuevo capítulo de confrontación donde la respuesta mutua está asegurada y cada vez con más fuerza. Las versiones sobre el resultado de este ataque con misiles son variadas, desde las que maximizan la magnitud de los destrozos hasta aquellos que anulan todo daño o consecuencia. La realidad es que cada bando promueve su versión conforme a sus propios fines; pero, a pesar de todo, no se puede negar que el hecho de que Irán haya atacado Israel por segunda vez, es la evidencia de la nueva dinámica en la región.
Ataque de misiles iraníes contra Israel visto desde Ashkelon.
En conclusión, la espiral de violencia ha llegado a un grado de destrucción colosal donde la impunidad de Israel es el combustible que alimenta la máquina de guerra en Medio Oriente. Quizás la única manera de evitarlo (no solucionarlo) sea la intervención directa de las grandes potencias con fuerzas de paz en el terreno. Pero ahora, toda posibilidad de paz se ve lejana; se está en camino de una gran confrontación, son los momentos de tensa calma antes de la tormenta.
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