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jueves, 31 de octubre de 2024

Los BRICS y el declive de la hegemonía de Estados Unidos


 

Omar Carreón Abud



Fort Knox es una instalación militar extraordinariamente protegida ubicada en el estado norteamericano de Kentucky. Todavía es depósito de metales preciosos del gobierno de Estados Unidos (EE. UU.), principalmente de oro que, según se dice, alcanza un valor de 4.5 mil millones de dólares. No obstante, esa cantidad equivale solamente al 3.21 por ciento de lo que Rusia ha llegado a acumular, pues algunos datos fidedignos calculan que, hasta octubre de 2023, Rusia poseía una formidable cantidad de oro valuada en 140 mil millones de dólares. Los tiempos en que se suponía con cierta verdad que en Fort Knox se almacenaba una cantidad de oro que respaldaba el valor de todos los dólares que circulaban en el mundo y que, por tanto, quien recibía un dólar podría cambiarlo por un equivalente en oro, son ya historia.



Cuando Golfinger, el temible villano de la película de 1964 en la que apareció James Bond el agente 007, quiso asaltarlo, Fort Knox ya no guardaba todo el oro que debía respaldar los dólares que imprimía el gobierno de EE. UU. Agotada la equivalencia de 35 dólares por cada onza (28.34 gramos) fijada en los acuerdos de Breton Woods de 1944, como consecuencia de los déficits fiscales del gobierno, la muy alta inflación y la creciente demanda de oro, EE. UU. decidió unilateralmente que ya su papel moneda no tendría un respaldo en oro y que en adelante sería solamente papel. Insólito, muy difícil de creer, pero cierto; la decisión la tomó el presidente Richard Nixon el 15 de agosto de 1971 y ha pasado a la historia como “el shock de Nixon”.

Durante muchos años no se supo qué era el dinero. Carlos Marx, “el formidable pensador ante cuya grandeza se inclinan hoy hasta sus propios adversarios”, según el testimonio de Federico Engels, descubrió para la humanidad la esencia del dinero. Los adversarios, muchos de ellos, sobre todo los más inteligentes, lo han respetado en efecto, pero nunca han estado de acuerdo con sus descubrimientos, nunca han querido reconocer que el dinero es una relación social, que tiene existencia objetiva y que no es de ninguna manera un acuerdo, una creación subjetiva.





Surgió y se generalizó con el desarrollo del intercambio de las mercancías, de los objetos útiles resultado del trabajo humano que para cambiar de manos exigían siempre otro objeto útil también resultado del trabajo humano y, para resolver los problemas de tiempo y de lugar del intercambio, se empezó a echar mano de equivalentes siempre útiles y resultado del trabajo humano. Con el tiempo, se fueron destacando para ese papel de equivalentes, los metales preciosos, el oro, preferentemente, porque era consecuencia del trabajo humano y por el valor que concentraba en una porción pequeña y ligera. Más adelante, el oro fue sustiuido por el papel moneda que si bien es cierto no poseía ni la utilidad ni el trabajo que el oro, sí estaba respaldado por la existencia correspondiente de ese metal precioso que, a su debido tiempo, se cambiaría por ese simple papel. El papel moneda apareció sólo como un representante del equivalente universal.

Esa función de representante del valor no se le puede retirar así como así al billete o a su moneda fraccionaria so pena de reducirlos a un simple papel con adornos de colores o a un fierrito grabado. Eso fue lo que hizo Richard Nixon en agosto de 1971. Declaró cancelada la convertibilidad del dólar. Desde entonces el dólar ya no tiene respaldo en oro. ¿Y entonces en qué? Pues en dólares. En el ejército y en la riqueza de EE. UU., o sea, en la fuerza. Pero resulta que la fuerza armada de EE. UU., aclarando que es aún el país más peligrosamente armado del mundo, ha empezado a disminuir, relativamente por lo menos, y su colosal riqueza y dominio económico están también a la baja, al grado de que, rendido por los precios de la competencia, ha abandonado al ídolo del libre mercado que antes adoraba y ha pasado a prosternarse ante el proteccionismo aplicando hasta cien por ciento de impuestos a mercancías extranjeras con las que ya no puede competir.

Hay más. EE. UU. vive de prestado. Su presupuesto anual es deficitario, su deuda alcanza el 98 por ciento de su PIB y crece tres mil millones de dólares al día sólo por intereses (al lector curioso le recomiendo una página de internet en la que se lleva la cuenta del ascenso en tiempo real de la deuda pública de EE. UU.: si gusta, asómese usted a https://www.usdebtclock.org/. Se sorprenderá). Hace ya tiempo, también, que EE. UU. perdió el atractivo que conservaba como comprador y como vendedor de mercancías en el mundo. La época de la primera mitad de los años setenta del siglo pasado, cuando EE. UU. vendió trigo a la entonces Unión Soviética hasta llegar a sumar ocho millones de toneladas, es historia, ahora impone severísimas sanciones genocidas a diestra y siniestra y hasta obliga a sus aliados europeos a comprarle gas y petróleo a precios abusivos muy superiores a los de otros vendedores.





No es de extrañar, por tanto, que los gobiernos de importantes países del mundo que suman con sus habitantes al 45 por ciento de los seres humanos, que su PIB combinado supera los 60 billones de dólares, muy por encima del G7, y que se prevé que su tasa media de crecimiento para finales de este año sea del cuatro por ciento, superior al 3.2 por ciento de la media mundial, estén intensificando su legítima defensa y tomando una ruta efectiva para conquistar una vida mejor para sus pueblos. Mientras escribo estas líneas el martes 22 de octubre, se está iniciando en la ciudad de Kazán, Rusia, la XVI reunión del grupo de naciones que se conoce por la palabra que forman las letras iniciales de sus fundadores, BRICS, por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y que ya hoy, a 18 años de su constitución, cuenta con otros cinco miembros: Egipto, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía. Otras 34 naciones más han expresado su deseo de unirse al grupo como integrantes de pleno derecho y, en la reunión de este año, se espera ya la participación de 36 países invitados, incluidos 22 líderes de Estado, así como los directivos de seis organizaciones internacionales.

Los BRICS no son una alianza militar. Constituyen un colectivo de cooperación que abarca múltiples aspectos. En esta ocasión, el principal reto que tiene el grupo es lanzar la creación del BRICS Pay, un sistema de pagos común entre los integrantes de la alianza para facilitar su independencia financiera y los pagos entre sí utilizando sus propias monedas. Hasta ahora, la moneda que se ha usado para las transacciones internacionales es el dólar, pero, como ya vimos, el dólar ya no es más que papel remojado y si se sigue recibiendo no es por su importante equivalencia en oro, sino porque cualquier deserción de su uso hace acreedor al culpable a duros y prolongados castigos. El dólar es un arma represiva contra los países desafectos. La unión hace la fuerza y esta vez no será la excepción; y la de los BRICS ampliados en Kazán será una reunión histórica que cambiará el destino de los pueblos de la tierra, en la que casi 800 millones de hombres, mujeres y niños tienen hambre. Si nuestro país fuera realmente una nación soberana o existiera una decisión seria de llegar a serlo, más allá de la demagogia y la manipulación, México debería hacer su solicitud y sumarse a los BRICS. Por lo pronto, no hay ninguna duda, la XVI Reunión de los BRICS es una esperanza, sin olvidar que ninguno de ellos vendrá a hacer la tarea liberadora que nos corresponde llevar a cabo a los trabajadores mexicanos. Y es urgente.




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