Omar
Carreón Abud
Fort Knox es una instalación militar
extraordinariamente protegida ubicada en el estado norteamericano de
Kentucky. Todavía es depósito de metales preciosos del gobierno de
Estados Unidos (EE. UU.), principalmente de oro que, según se dice,
alcanza un valor de 4.5 mil millones de dólares. No obstante, esa
cantidad equivale solamente al 3.21 por ciento de lo que Rusia ha
llegado a acumular, pues algunos datos fidedignos calculan que, hasta
octubre de 2023, Rusia poseía una formidable cantidad de oro valuada
en 140 mil millones de dólares. Los tiempos en que se suponía con
cierta verdad que en Fort Knox se almacenaba una cantidad de oro que
respaldaba el valor de todos los dólares que circulaban en el mundo
y que, por tanto, quien recibía un dólar podría cambiarlo por un
equivalente en oro, son ya historia.
Cuando Golfinger, el
temible villano de la película de 1964 en la que apareció James
Bond el agente 007, quiso asaltarlo, Fort Knox ya no guardaba todo el
oro que debía respaldar los dólares que imprimía el gobierno de
EE. UU. Agotada la equivalencia de 35 dólares por cada onza (28.34
gramos) fijada en los acuerdos de Breton Woods de 1944, como
consecuencia de los déficits fiscales del gobierno, la muy alta
inflación y la creciente demanda de oro, EE. UU. decidió
unilateralmente que ya su papel moneda no tendría un respaldo en oro
y que en adelante sería solamente papel. Insólito, muy difícil de
creer, pero cierto; la decisión la tomó el presidente Richard Nixon
el 15 de agosto de 1971 y ha pasado a la historia como “el shock de
Nixon”.
Durante muchos años no se supo qué era el dinero.
Carlos Marx, “el formidable pensador ante cuya grandeza se inclinan
hoy hasta sus propios adversarios”, según el testimonio de
Federico Engels, descubrió para la humanidad la esencia del dinero.
Los adversarios, muchos de ellos, sobre todo los más inteligentes,
lo han respetado en efecto, pero nunca han estado de acuerdo con sus
descubrimientos, nunca han querido reconocer que el dinero es una
relación social, que tiene existencia objetiva y que no es de
ninguna manera un acuerdo, una creación subjetiva.
Surgió y se
generalizó con el desarrollo del intercambio de las mercancías, de
los objetos útiles resultado del trabajo humano que para cambiar de
manos exigían siempre otro objeto útil también resultado del
trabajo humano y, para resolver los problemas de tiempo y de lugar
del intercambio, se empezó a echar mano de equivalentes siempre
útiles y resultado del trabajo humano. Con el tiempo, se fueron
destacando para ese papel de equivalentes, los metales preciosos, el
oro, preferentemente, porque era consecuencia del trabajo humano y
por el valor que concentraba en una porción pequeña y ligera. Más
adelante, el oro fue sustiuido por el papel moneda que si bien es
cierto no poseía ni la utilidad ni el trabajo que el oro, sí estaba
respaldado por la existencia correspondiente de ese metal precioso
que, a su debido tiempo, se cambiaría por ese simple papel. El papel
moneda apareció sólo como un representante del equivalente
universal.
Esa función de representante del valor no se le
puede retirar así como así al billete o a su moneda fraccionaria so
pena de reducirlos a un simple papel con adornos de colores o a un
fierrito grabado. Eso fue lo que hizo Richard Nixon en agosto de
1971. Declaró cancelada la convertibilidad del dólar. Desde
entonces el dólar ya no tiene respaldo en oro. ¿Y entonces en qué?
Pues en dólares. En el ejército y en la riqueza de EE. UU., o sea,
en la fuerza. Pero resulta que la fuerza armada de EE. UU., aclarando
que es aún el país más peligrosamente armado del mundo, ha
empezado a disminuir, relativamente por lo menos, y su colosal
riqueza y dominio económico están también a la baja, al grado de
que, rendido por los precios de la competencia, ha abandonado al
ídolo del libre mercado que antes adoraba y ha pasado a prosternarse
ante el proteccionismo aplicando hasta cien por ciento de impuestos a
mercancías extranjeras con las que ya no puede competir.
Hay
más. EE. UU. vive de prestado. Su presupuesto anual es deficitario,
su deuda alcanza el 98 por ciento de su PIB y crece tres mil millones
de dólares al día sólo por intereses (al lector curioso le
recomiendo una página de internet en la que se lleva la cuenta del
ascenso en tiempo real de la deuda pública de EE. UU.: si gusta,
asómese usted a https://www.usdebtclock.org/. Se sorprenderá). Hace
ya tiempo, también, que EE. UU. perdió el atractivo que conservaba
como comprador y como vendedor de mercancías en el mundo. La época
de la primera mitad de los años setenta del siglo pasado, cuando EE.
UU. vendió trigo a la entonces Unión Soviética hasta llegar a
sumar ocho millones de toneladas, es historia, ahora impone
severísimas sanciones genocidas a diestra y siniestra y hasta obliga
a sus aliados europeos a comprarle gas y petróleo a precios abusivos
muy superiores a los de otros vendedores.
No es de extrañar,
por tanto, que los gobiernos de importantes países del mundo que
suman con sus habitantes al 45 por ciento de los seres humanos, que
su PIB combinado supera los 60 billones de dólares, muy por encima
del G7, y que se prevé que su tasa media de crecimiento para finales
de este año sea del cuatro por ciento, superior al 3.2 por ciento de
la media mundial, estén intensificando su legítima defensa y
tomando una ruta efectiva para conquistar una vida mejor para sus
pueblos. Mientras escribo estas líneas el martes 22 de octubre, se
está iniciando en la ciudad de Kazán, Rusia, la XVI reunión del
grupo de naciones que se conoce por la palabra que forman las letras
iniciales de sus fundadores, BRICS, por Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica y que ya hoy, a 18 años de su constitución, cuenta con
otros cinco miembros: Egipto, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes
Unidos y Etiopía. Otras 34 naciones más han expresado su deseo de
unirse al grupo como integrantes de pleno derecho y, en la reunión
de este año, se espera ya la participación de 36 países invitados,
incluidos 22 líderes de Estado, así como los directivos de seis
organizaciones internacionales.
Los BRICS no son una alianza
militar. Constituyen un colectivo de cooperación que abarca
múltiples aspectos. En esta ocasión, el principal reto que tiene el
grupo es lanzar la creación del BRICS Pay, un sistema de pagos común
entre los integrantes de la alianza para facilitar su independencia
financiera y los pagos entre sí utilizando sus propias monedas.
Hasta ahora, la moneda que se ha usado para las transacciones
internacionales es el dólar, pero, como ya vimos, el dólar ya no es
más que papel remojado y si se sigue recibiendo no es por su
importante equivalencia en oro, sino porque cualquier deserción de
su uso hace acreedor al culpable a duros y prolongados castigos. El
dólar es un arma represiva contra los países desafectos. La unión
hace la fuerza y esta vez no será la excepción; y la de los BRICS
ampliados en Kazán será una reunión histórica que cambiará el
destino de los pueblos de la tierra, en la que casi 800 millones de
hombres, mujeres y niños tienen hambre. Si nuestro país fuera
realmente una nación soberana o existiera una decisión seria de
llegar a serlo, más allá de la demagogia y la manipulación, México
debería hacer su solicitud y sumarse a los BRICS. Por lo pronto, no
hay ninguna duda, la XVI Reunión de los BRICS es una esperanza, sin
olvidar que ninguno de ellos vendrá a hacer la tarea liberadora que
nos corresponde llevar a cabo a los trabajadores mexicanos. Y es
urgente.
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