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domingo, 27 de octubre de 2024

La difícil tarea de adaptar “Pedro Páramo” a la pantalla



José Luis Vivar



El flujo de conciencia y el monólogo interior en la narrativa que caracterizan las obras de James Joyce, William Faulkner o Virginia Woolf —por citar tres ejemplos‑, propició que muchos escritores de todo el mundo imitaran ese estilo, con variaciones que lo enriquecieron o por su pobreza imitativa que más tarde que temprano pasaron a formar parte de las filas del olvido.



Curiosamente Juan Rulfo fue un autor que rechazó haber estado influido por cualquiera de los antes mencionados, inclusive declaraba nunca haber leído a Faulkner a quien se le adjudicaba como uno de sus máximos referentes. Sin embargo, él reconocía a Eugenio Sué o Guy de Maupassant, entre otros, como sus arquetipos a seguir.


Aunque al final de cuentas su estilo literario es único, muestra de ello es que establece un sello personal en su máxima obra: “Pedro Páramo”. Disgrega su talento a través del contexto, del lenguaje, de la galería de personajes y en la compleja estructura con que desarrolla la historia. No se trata de una trama lineal, sino de saltos temporales. Tampoco hay un solo narrador, sino voces que se multiplican y se confunden en los diálogos, lo cual representa un reto para cualquier lector.




Y también es un reto para quien pretenda llevar esta obra a la pantalla grande. “Traducir” “Pedro Páramo” al cine no ha sido fácil, son más los errores que los aciertos. Para esto podemos citar tres adaptaciones conocidas en nuestro país.


La primera versión es de Carlos Velo (1966), y con guion del mismo director, Manuel Barbachano y Carlos Fuentes, los resultados no fueron los esperados. Filmada en Blanco y Negro, con 103 minutos de duración, es un conjunto de secuencias sin una coherencia cinematográfica, plano tras plano intenta ser un drama con tintes fantásticos. Desde su estreno generó fuertes críticas, al grado de que el mismo Juan Rulfo quien después de verla comentó a la prensa: no la entendí.


Quizás este desastre comercial fue debido a la elección del personaje que da título a la cinta: John Gavin, un pésimo actor estadounidense —quien más adelante sería embajador en nuestro país—, cuya voz debió ser doblada porque no hablaba una sola palabra de español.





El “Pedro Páramo” de Carlos Velo puede verse como un primer intento por trasladar la narrativa rulfiana a imágenes y palabras, por pretender convertir su historia en algo accesible al público. Y es que pese a todo tiene algunos buenos pasajes, sobre todo el principio que es fiel a la novela. Pero después empieza a perderse en un ir y venir que a ratos no parece tratarse de dos historias sino de otras que confunden de forma irremediable.


En 1978 se estrena “El Hombre de la Media Luna” de José Bolaños, quien se encarga del guion junto con Juan Rulfo. Esta película a colores y con una duración de tres horas tiene a Manuel Ojeda como Pedro Páramo. A diferencia de la anterior versión, en esta se aprecia un mejor manejo de la historia. Dividida en dos partes, la primera se centra en Juan Preciado quien llega a Comala con la idea de reclamar a su padre lo que le pertenece.


Mientras que el otro segmento se ubica en la hacienda La Media Luna, propiedad de Pedro Páramo, cuya figura como cacique se muestra en todas sus dimensiones. El trabajo actoral de Ojeda es convincente, se le cree quien dice ser. Lo mismo que el resto del reparto. Por algo esta adaptación es más acorde con la esencia de la novela.





Y a pesar de que obtuvo críticas favorable y fue premiada con tres Arieles (Mejor Fotografía, Mejor Adaptación y Mejor Escenografía), recibió también críticas negativas, sobre todo por su extensa duración, porque el papel de Susana San Juan lo hizo una actriz italiana, Venetia Vianello —esposa de José Bolaños—, por lo cargado de los diálogos y por algunas escenas demasiado extensas, entre otras. Cuando en realidad la película es una buena adaptación y lo más importante, respeta la obra de Rulfo.


Este 2024 estrena “Pedro Páramo”, la versión de Rodrigo Prieto, famoso fotógrafo de varias cintas, entre ellas “Amores Perros” (González Iñárritu, 2000), “Silencio” (Martin Scorsese, 2016), a la vez ganador del Óscar por “Secreto en la Montaña” (Ang Lee, 2006). En esta ocasión se coloca detrás de las cámaras para dirigir, por su talento y experiencia su trabajo se ve con muy altas expectativas, y es muy probable que pueda convertirse en una versión más fiel a la famosa novela.


La responsabilidad del guion corrió a cargo del español y también director Mateo Gil, cuya trayectoria abarca varios títulos, como “Mar Adentro” (Alejandro Amenábar, 2004) “El Método” (Marcelo Piñeyro, 2005) y “Ágora” (Alejandro Amenábar, 2009). Según sus propias palabras ha puesto todo su esfuerzo para que sea una buena película.


Como puede verse no es de fácil adaptación “Pedro Páramo”. Trasladar sus atmósferas, sus descripciones, sus monólogos, pero sobre todo la magia que comprende toda la obra. Pero mientras haya cineastas y actores dispuestos a arriesgarse, como espectadores estaremos atentos a los resultados. No obstante, existe un viejo axioma: ninguna película con el mejor director, el mejor guionista y los mejores actores podrá superar una buena obra literaria, porque la imaginación de cada lector es diferente y eso la hace más grande, más importante.





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