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jueves, 10 de octubre de 2024

La Cabeza de Oscar Wilde


 

José Luis Vivar



La vida del irlandés Oscar Wilde (1854-1900), siempre resultó controvertida, por un lado sus logros como escritor y dramaturgo; y por otro sus escándalos sexuales. La sociedad victoriana jamás le perdonó la relación que mantuvo con el joven Lord Alfred Douglas. Acusado de Sodomía fue sentenciado a pasar dos años en la prisión de Reading. Una vez que recuperó la libertad decidió exiliarse en París, donde pasaría sus últimos años.



Completamente abatido por el rechazo su esposa de Constance Lloyd, quien se negó a perdonarlo e impedirle volver a ver a sus hijos Cyril y Vyvyan Holland, apellido que junto con su madre adoptaron para no tener ninguna relación con el autor de El Retrato de Dorian Gray. Años más tarde, Cyril perdería la vida en 1915 en el campo de batalla de Festubert, Francia, durante el conflicto de la Primera Guerra Mundial, en tanto que Vyvyan se convertiría en escritor y fallecería hasta 1967.


Tiempo después los cambios sociales no fueron la excepción en Inglaterra y el nombre de Oscar Wilde fue rescatado del olvido para beneficio de legiones de lectores, convirtiéndolo en una figura universal. Su nieto Merlin Holland se ha dedicado a ser biógrafo y promotor de la obra del autor de El Príncipe Feliz.





Hace poco se anunció que en breve será la inauguración de una escultura dedicada al escritor en un parque público en Chelsea, cerca de la casa donde vivió. Dicha pieza, creación de Eduardo Paolozzi, es una enorme cabeza de bronce negro, de dos metros colocada de lado y doblemente sesgada de forma transversal.


La escultura ha generado controversia, y el primero en protestar ha sido nada menos que Merlin Holland. Sus declaraciones hacen referencia a la decapitación simbólica de su abuelo por parte de la sociedad hizo en su momento. En cambio, los defensores de la escultura consideran que es un reconocimiento a Paolozzi quien falleció en 2005.


A veces los homenajes póstumos no son siempre acertados. Ejemplos sobran, y en el caso de Oscar Wilde no pueden ser la excepción. Bastante tuvo con el desprecio de sus compatriotas y el estigma que lo persiguió e hizo que borrara su nombre y pasara sus últimos días llamándose Sebastián Melmoth.





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