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domingo, 20 de octubre de 2024

Haz a Trump grande otra vez

Donal Trum después del atentado en julio de 2024.



Mtro. Jesse Martínez


Existen algunos personajes que por la inmediates del momento son etiquetados con conceptos simples, despectivos o que los colocan en un extremo del espectro político como una alteración o deformidad política. No son evaluados, pues, en su protagonismo histórico sociocultural. Tal es el caso de Donald J. Trump en los Estados Unidos de América.



El empresario nacido en 1946 en Nueva York, es la figura política más influyente de EEUU en los últimos nueve años. Desde 2015, cuando anunció su postulación para las elecciones presidenciales de 2016, la figura de Trump ha estado presente en la agenda política y la opinión pública; ya sea a favor o en contra, nadie es indiferente a su lenguaje y original forma de abordar los temas públicos.

Donald J. Trump es una figura ecléctica, llegada a la política nacional estadounidense desde sector inmobiliario (principalmente) y una exposición mediática en shows y programas televisivos. Pero también como escritor, hombre de negocios y, sobre todo, ejemplo vivo del sueño americano. Es decir, su figura personifica el ideal político, económico y social vendido por EEUU durante el siglo XX; eso es lo que lo hace tan escurridizo en el espectro político pero a la vez tan asimilable para una buena parte de los estadounidenses. ¿Cómo minimizar su figura cuando la mayoría de los ciudadanos fueron educados en ese imaginario del american dream o, en su caso, presentada como una época dorada que los más jóvenes añoran y romantizan? Esta idea inspira un sentido de lucha, de resistencia, la cual adquiere voz por medio de un hombre que pregona Make America Great Again (Haz a los Estados Unidos grande otra vez).


Donal Trump en un acto electoral en el estado de Texas.





Bajo esta dinámica Donald Trump al Partido Republicano. Esta institución política ha virado a una posición conservadora, de marcada tendencia antiliberal; la prohibición del aborto, cuestionamientos a la diversidad sexual y un fuerte revisionismo a la política migratoria, son ahora los estandartes de los candidatos republicanos. Pero esto tiene también una explicación, Trump ha aportado por dos vertientes significativas al Partido Republicano; por un lado ha ampliado su base votantes, yendo desde fundamentalistas religiosos cristianos hasta ex militares radicalizados, pero también ha solidificado en un solo grupo a esta diversidad, la ha unido en un solo segmento asegurando así su lealtad incondicional.

El asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, donde seguidores de Trump reclamaban fraude en las elecciones y exigían se le reconociera como presidente, o el atentado contra su persona en julio de este año —que dejó una de las fotos más icónicas de la historia reciente de EEUU—, son ejemplos de la enorme efervescencia y volatilidad política que representa el magnate neoyorquino. Este punto, aunado a lo expuesto anteriormente, genera un coctel explosivo que depende de una sola persona. Incluso el gobierno de Joe Biden ha declarado que existe un complot de Irán para asesinar al candidato republicano, lo cual de llegar a consumarse llevaría a los EEUU a una crisis política y social de proporciones inimaginables, quizás incluso, a una confrontación armada interna.
En resumen, Donald Trump, su narrativa, su influencia y su persona, no pueden ser extirpados así nada más del espacio sociopolítico estadounidense. Incluso, si perdiera legalmente, es de esperarse que grupos de fanáticos reclamen nuevamente un fraude y busquen revertir el resultado por la vía armada. Cabe destacar que según se ha documentado existen milicias organizadas preparándose para una guerra civil o defender una secesión de algún estado del país (principalmente en el noroeste y sur del país, en los estados de Idaho y Texas respectivamente).
¿Pero qué dicen los números sobre las próximas elecciones?

Fanáticos de Donald Trump.




Mientras Joe Biden buscaba la reelección como candidato del Partido Demócrata, en la mayoría de encuestas era Trump quien llevaba la ventaja, si bien no era tan contundente, sí se percibía una tendencia favorable para él. Sin embargo, el escenario cambia cuando Kamal Harris releva a Biden y se convierte en la candidata de los demócratas. Desde entonces, las encuestas han modificado el panorama dándole a Harris una ventaja sobre Trump, pero manteniéndose por debajo de un 5% de las preferencias electorales, es decir, existe un empate técnico.

Pero el juego no es tan simple, es importante recordar que en EEUU las elecciones son indirectas y cada estado tiene un cierto número de votos que aportar a través sus delegados. Por ejemplo, California tiene el mayor número con 55 votos, Texas 38, Florida y Nueva York 29 cada uno. Mientras que Wyoming, Vermont, Montana, Alaska, Dakota del Norte, Dakota del Sur y Delaware, solo 3 votos cada estado. El candidato ganador debe conseguir el número mágico de 270 votos de los 538 posibles. Existen estados con arraigada tradición demócrata (California) o republicana (Texas), mientras que en otros los votantes no son constantes y tienden a cambiar sus preferencias de una elección a otra, es en ellos donde los candidatos centran sus fuerzas y propuestas de campaña. De lo anterior se concluye que un candidato no necesariamente gana por el mayor número de votos obtenido de los ciudadanos, sino por los acumulados que cada estado aporta al Colegio Electoral.





¿Quién ganará? No hay nada seguro, solamente una tendencia que se inclina (en este momento) débilmente por Kamala Harris. En todo caso la noche del 5 de noviembre se estarán dando a conocer los resultados y el nombre del inquilino de la Casa Blanca por los próximos cuatro años.

Como puede observarse, la figura de Trump desborda los límites del sistema de partidos (ampliación del espectro y grupos de votantes republicanos) y el sistema de gobierno (imponiendo su agenda). Pero solo cuando se conozcan los resultados será posible conocer su impacto en el sistema electoral. ¿Por qué?

En 2021, aunado al asalto al Capitolio, un grupo de estados de mayoría republicana liderados por Texas manifestaron su inconformidad por el triunfo de Biden y entablaron una batalla legal y política con la federación. Tambien fue a principios de este año que Texas estaba dispuesto a enfrentar a Washington por la política migratoria en su territorio (tema clave en la narrativa de Trump), incluso llegando a las armas. Esa es la clave, el tsunami que es Donald Trump tiene el potencial para acabar de romper la confianza en las instituciones, desacreditar el sistema electoral y terminar por destruir el pacto federal que une a los 50 estados de la unión. Una nueva secesión podría llegar a suceder, o quizás, al menos, su intento.

¿Es este escenario una posibilidad real? Sí, lo es. ¿Qué tan probable? Eso dependerá de los resultados de las elecciones presidenciales y de un elemento clave que deberían tener ya considerado los demócratas y el gobierno de Biden: la transición del país a una política post-Trump. Solo el adecuado manejo del las instituciones del Estado y el tacto político de un líder excepcionalmente capaz, permitirán que los EEUU se mantengan en calma y estabilidad ante una posible derrota de Donald J. Trump. De lo contrario solo quedará decir In God we trust (En Dios confiamos).


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