Homero
Aguirre Enríquez
El
estado de Hidalgo cumple dos años gobernado por Morena. Se
requeriría un microscopio de alta precisión, para encontrar
diferencias entre la forma de gobernar y los resultados de los
morenistas que ahora gobiernan y la de aquellos a quienes
sustituyeron tachándolos, en más de un caso de manera justificada,
de incapaces, enemigos de los intereses populares, corruptos,
conservadores, etcétera.
Conviene recordar que, tras un
desastroso sexenio, muy escaso en resultados favorables para el
pueblo hidalguense y lleno de errores, omisiones y comportamientos
ridículos, voluntarios e involuntarios, de Omar Fayad, este entregó
el gobierno del estado a Julio Menchaca, con lo que cumplió su parte
del trato hecho con Morena. A cambio, recibió su recompensa: una
embajada en un país nórdico, con lo cual puso mar de por medio
entre él y los reflectores de los medios y al parecer obtuvo la
garantía de que no sería tocado ni con el pétalo de alguna
auditoría o señalamiento de mal manejo financiero.
Por
su parte, miles de hidalguenses, ajenos a esos tejemanejes, se
dispusieron a ver realizadas, en forma de obras públicas y acciones
efectivas contra la pobreza, las promesas de bienestar que recibieron
a granel durante la campaña morenista. Y ahí siguen, esperando en
vano, pero la situación ha empeorado en más de un aspecto en contra
de decenas de miles de familias. Bastan unos cuantos datos para
demostrar ese empeoramiento: en el primer trimestre del año, Hidalgo
fue el estado que presentó mayor aumento en la pobreza laboral con
7.3 por ciento, respecto del mismo periodo de 2023, de acuerdo con
Coneval. Además, la entidad hidalguense es el quinto estado del país
con mayor porcentaje de población que no puede adquirir la canasta
alimentaria con su ingreso (periódico AM del 29 de mayo de 2024, que
cita un informe del Coneval). Un 48% de la población (casi la mitad
de los hidalguenses) no puede adquirir la canasta básica haciendo
uso de todo su ingreso. Además, según el propio Coneval, el 50.4%
de la población no tiene garantizado el acceso a los servicios de
salud, lo que ubica a Hidalgo entre las cinco entidades con más
carencias en ese rubro.
Con estos resultados, que en nada
se distinguen de los que recibieron del gobierno anterior, se
esperaría que los funcionarios morenistas hicieran un esfuerzo por
mejorar en serio la vida de los hidalguenses o, por lo menos, evitar
herir de palabra a quienes ya hieren de hecho con su falta de
acciones contra la pobreza y la marginación. pero no es así, la
soberbia campea por varias oficinas del Palacio de Gobierno de
Hidalgo, donde no resuelven pero sí insultan y calumnian.
Los
antorchistas, que en ese estado son uno de los grupos más numerosos
de hidalguenses organizados, recibieron al nuevo gobierno con toda
gentileza y respeto e incluso con alguna esperanza de que resolviera
problemas, algunos muy básicos y sencillos como regularizar
colonias, que no había querido resolver el ex gobernador Fayad,
metido ya en el plan de aumentar la inconformidad ciudadana para que
la capitalizara electoralmente Morena.
Con esa actitud
respetuosa, los dirigentes estatales antorchistas han buscado al
gobernador Menchaca para intentar hacerle saber de los problemas que
sufren miles de familias que, haciendo uso de su derecho
constitucional, están organizadas en el Movimiento Antorchista. Pero
como no los ha recibido el gobernador, han acudido a la manifestación
pública (derecho que aún está contenido en la Ley Máxima,
mientras no lo elimine la 4T), han buscado a actores políticos que
sirvan de interlocutores y, como último recurso, instalaron durante
20 un plantón frente al Palacio de Gobierno, el cual retiraron en
cuanto hubo señales mínimas de diálogo pero que jamás se concretó
en demandas resueltas. No hubo respuesta oficial a los problemas
pero, “casualmente”, unos motociclistas embozados acudieron a
balacear el domicilio de la líder estatal antorchista, Guadalupe
Orona Urías. Ante ese enrarecimiento del ambiente político,
decidieron buscar al gobernador en su informe de labores.
Pero,
cuando contingentes provenientes de las zonas populares de Pachuca,
Tizayuca y otras ciudades, así como campesinos de diversos
municipios del estado se dirigían masivamente al lugar donde el
gobernador rendía su segundo informe de gobierno, el 6 de
septiembre, se les impidió llegar mediante la utilización de
bloqueos policíacos en las carreteras, que cerraron el paso a los
camiones donde se transportaban los manifestantes y los obligaron a
retornar a sus lugares de origen, a otros contingentes los detuvieron
kilómetros antes de llegar al recinto ferial donde se rendía el
informe del gobernador Menchaca, mediante el emplazamiento de
piquetes de porros (de los que hay abundantes fotografías en las
redes sociales) que amenazaron a los manifestantes con pasar a los
golpes y a la agresión con armas contundentes y de otro tipo. Si el
asunto no pasó a mayores se debió a la prudencia de los
antorchistas y no a la moderación de las fuerzas represivas enviadas
por Morena, pues tal moderación no existió.
Semanas
después, el 14 de octubre, continuaron las agresiones desde el
gobierno. Cuando Guillermo Olivares Reyna, secretario de Gobierno,
comparecía ante los diputados, este funcionario, se supone que
encargado de la política y la conciliación en Hidalgo, en lugar de
entender que la irritación popular y la exigencia de soluciones no
es culpa de Antorcha sino de la ineficiencia gubernamental para
atender las graves carencias de todo tipo que sufren los
hidalguenses, se lanzó a repetir, muy mal hilados y peor
argumentados, viejos ataques que en su momento lanzó y nunca probó
López Obrador contra los líderes antorchistas, acusándolos de ser
“intermediarios” y recibir beneficios económicos de los recursos
públicos destinados a los grupos organizados en Antorcha. Una
acusación, repito, que nunca han probado ninguno de nuestros
malquerientes morenistas y que en este caso sólo busca desviar la
atención del verdadero problema, que no es otro que durante dos años
no ha disminuido la pobreza y la marginación en Hidalgo, sino que se
han incrementado, en lo cual no ha tenido nada que ver nuestra
organización.
Pero, una vez más, no cesaremos en nuestra
lucha; así como resistimos el vendaval de ataques injustos e
ilegales desde la presidencia de la República durante el sexenio
anterior, resistiremos la mala copia de los ataques que lanzó el
secretario de Gobierno de Hidalgo para escurrir el bulto ante los
reclamos populares, ataques que hemos refutado decenas de veces y que
no perderé el tiempo en refutar nuevamente a detalle. La salida es
muy clara, señor secretario Olivares Reyna: construyan en Hidalgo
miles de viviendas para los pobres, introduzcan agua, drenaje y
electrificación en las colonias pobres, compongan los caminos y
calles hechos trizas, apoyen a los albergues estudiantiles, páguenles
a los maestros que imparten clases sin sueldo fijo, den servicios de
salud como en Dinamarca, generen fuentes de empleo en la ciudad,
apoyen a los campesinos… hagan todo eso y nadie lo molestará en
sus comparecencias. Mientras eso no ocurra, aunque nos calumnie,
amenace y persiga desde un poder que considera eterno e imbatible,
pero que es tan efímero y frágil como todos los de esa especie,
seguiremos organizando la lucha popular en Hidalgo, denunciando a los
malos gobernantes y alentando al pueblo a tomar el poder en sus
propias manos.
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