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lunes, 28 de octubre de 2024

Admitiendo errores


 



… y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.

— Alcohólicos Anónimos, p. 59




Yo estaba empezando a abordar mi nueva vida de sobriedad con un entusiasmo desacostumbrado. Estaba cultivando nuevos amigos y algunas de mis amistades dañadas se habían comenzado a arreglar. La vida era emocionante e incluso había empezado a disfrutar mi trabajo, y llegué a ser tan atrevido como para hacer un informe sobre la falta de cuidado apropiado con algunos de nuestros clientes. Un día, un compañero de trabajo me informó que mi jefe estaba verdaderamente disgustado debido a que una queja, sometida pasándole a él por alto, le había causado mucha molestia con sus superiores. Yo sabía que mi informe había creado el problema y empecé a sentirme responsable del problema de mi jefe. Al discutir el asunto, mi compañero trató de convencerme de que no era necesario disculparme, pero pronto empecé a convencerme de que tenía que hacer algo, fueran cuales fueran los resultados. Cuando me dirigí a mi jefe admitiendo mi parte en sus dificultades, él se sorprendió. Pero cosas inesperadas salieron a nuestro encuentro, y mi jefe y yo pudimos acordar una cooperación más directa y eficaz en el futuro.


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