Mtro. Jesse Martínez
En la historia moderna existen alianzas entre países que han sido tradicionalmente profundas por su vecindad o la defensa de intereses comunes; un ejemplo es el vínculo entre los Estados Unidos de América y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, o también la que existe entre Rusia y Serbia, la cual se sustenta en lazos culturales, étnicos y lingüísticos. Así, la dinámica geográfica, económica y de poder ha ido formando zonas de influencia o control bajo el liderazgo de ciertas potencias globales o regionales.
Al día de hoy se experimenta a nivel internacional una transición a un nuevo orden mundial, caracterizado por el surgimiento de distintas potencias regionales y el debilitamiento de la única gran superpotencia, los EEUU. Tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, los Estados Unidos se consolidaron como el único país capaz de desplegar su poder militar a nivel munidal, ser la máxima economía mundial y contar con todo el aparato político/diplomático para influir en las decisiones internas de muchos países y de los organismos internacionales. Sin embargo, esta situación duró apenas una década, la cual no fue caracterizada por la libertad y democracia que tanto ha pregonado Washington; basta con recordar los brutales ataques de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra los restos de lo que fue Yugoslavia (Serbia y Montenegro).
Dos acontecimientos marcaron el inicio de una etapa en el orden internacional dominado por los Estados Unidos: la llegada de VladímirVladímirovich Putin a la presidencia de la Federación de Rusia en el 2000 y los ataques terroristas de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001. A partir de entonces la hegemonía total de EEUU vino a menos, la gran súper potencia se mostró vulnerable embarcandose en dos aventuras militares que implicaron un gran costo y desgaste a largo plazo; la invasiones a Afganistán (2001) e Irak (2003). La denuncia de los abusos y excesos cometidos por las tropas estadounidenses en estos países han venido afectando de manera continua la credibilidad y autoridad moral de los EEUU en la comunidad internacional, pero principalmente en los países del llamado tercer mundo. Sin embargo,debido a la falta de competencia o alternativas de protección-apoyo internacional, los EEUU mantenían su influencia casi intacta.
Pero la aparición en escena del ex agente secreto de la KGB soviética como presidente de Rusia, Vladimir Putin, vino a marcar el inicio de una nueva orientación en la conformación de bloques internacionales y la oposición al poder de Washington. Paralelamente al desgaste de los EEUU, Putin se dio a la tarea de establecer una política exterior rusa independiente, orientada a retomar la influencia que Moscú había tenido en los tiempos soviéticos y consolidar a su país como un referente de influencia global. Cabe destacar que mientras más han pasado los años, la Rusia de Putin se ha alejado más y más de Occidente, llegando hasta el momento actual en el cual la hostilidad, desconfianza y confrontación marcan la pauta de la relación.
Muestras significativas de lo anterior fue la guerra ruso-georgiana donde las tropas rusas entraron en combate para salvaguardar a la población de mayoría rusa en las regiones de Osetia del Sur y Abjasia que formaban parte de Georgia. Otro hecho contundente fue el nacimiento de los BRICS (2009), asociación político-económica de potencias emergentes que inicialmente integraba a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; siendo ahora un organismo en plena expansión (el 1 de enero de 2024 se incorporaron Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía) y un contrapeso real a organizaciones internacionales dirigidas por Occidente. Pero quizás la mayor muestra del creciente poder ruso bajo el liderazgo de Vladimir Putin fue la incorporación de Crimea a la Federación Rusa (2014) siendo Ucrania desde entonces un punto de continua tensión que termina por estallar en 2022 con la Operación Militar Especial. Otro ejemplo de suma trascendencia fue el apoyo de Rusia al presidente de Siria, Bashar Al Assad, el cual estuvo a punto de caer ante el grupo terrorista Estado Islámico, pero la intervención militar de Rusia a su favor terminó por salvar su gobierno y al Estado sirio.
Indiscutiblemente Putin es un importante líder político en su patria y a nivel internacional, comandante en jefe de uno de los ejércitos más poderosos del planeta y poseedor de un enorme arsenal nuclear. Pero su poderío y éxito no se hubiera logrado sin la aparición en escena de un personaje igual o más importante que él: Xi Jinping.
Presidente de la República Popular de China desde 2013, Xi Jinping ha sido un importante aliado de Vladimir Putin, pero no solo eso, también es el líder que sacó a China de su ostracismo para proyectarla a nivel mundial como un protagonista económico, político y militar. La China de Xi se ha caracterizado por expandir sus relaciones a un plano más profundo con sus aliados, a reclamar el lugar de potencia emergente y consolidarse como la nación que busca desbancar a los EEUU como potencia mundial. Basta con recordar que en 2017 China inauguró su primera base militar en el extranjero, en Yibuti, al oriente de África. Xi es el presidente chino que más poder ha tenido desde el propio Mao Zedong, siendo su pensamiento fundamental para el Partido Comunista Chino (PCCh) y la doctrina Estatal. Xi, es pues, un personaje que ya ha trascendido y permeado al PCCh y pasado a la historia de la China moderna.
Pero, no debe olvidarse que Rusia y China han sido históricamente rivales por sus intenciones de expansión en el lejano oriente; ambos comparten frontera en Asia y apenas en septiembre de 202 renunciaron oficialmente a sus mutuos reclamos territoriales. Esta continua relación cada vez más estrecha, apoyo e integración va de la mano con un tema personal, incluso íntimo: la relación de amistad entre Vladimir Putin y Xi Jinping.
Desde la integración de Crimea a Rusia en 2014, Rusia ha enfrentado diversas sanciones, cada vez más duras y restrictivas. La respuesta del Kremlin ha sido virar hacia el oriente, hacia una China cada vez más necesitada de energía y un mercado ascendente. Gracias al comercio con China —y los BRICS—, Rusia ha logrado esquivar los golpes económicos de Occidente, e incluso ha ido más allá al desarrollar un sistema financiero paralelo. Otra evidencia fehaciente de este proceso de integración ha sido el uso del yuan, la moneda china, como divisa para el comercio, desplazando así al dólar y logrando que más países se sumen al proceso de desdolarización.
Con Rusia, China ha ganado un aliado seguro, una fuente de materias primas cercana y barata, además de tener de su lado a una gran potencia nuclear (China también poseé armas nucleares pero en número mucho menor que Rusia). El proyecto chino de la Nueva Ruta de Seda, ha llevado a Beijing a expandir su lazos políticos y económicos por todo el mundo; de esta manera busca asegurar el acceso a todos los mercados a través de vías de comunicación eficientes y bajo su control. Pero esto implica también tener la fuerza militar suficiente para defender sus intereses, lo cual, estratégicamente implica solucionar la cuestión rusa; la cual ya ha sido resuelta con múltiples gestos personales y actos oficiales entre Xi y Putin.
Sin embargo, la relación entre China y Rusia no ha llegado al plano militar, lo cual terminaría por sellar el destino de ambas naciones. Si bien Rusia tiene más “experiencia” de guerra por los casos mencionados anteriormente, la realidad es que hasta el día de hoy no se ha enfrentado de manera abierta a un país o países occidentales que pudieran llevar el conflicto a gran escala o a un ámbito nuclear. Por otra lado, la cuestión china sobre Taiwán es cada vez más sensible y el tiempo se agota; el plan de Xi y del PCCh es que Taiwán ya esté integrada a la china socialista para la celebración de los 100 años de la República Popular, lo cual ocurrirá en 2049. Es decir, antes de ese año China ya debería haber tomado el control de Taiwán, lo cual implicaría una guerra con EEUU —al menos eso es lo que afirma la política de Washington—.
Así pues, una alianza militar de Rusia con China conlleva en el corto o mediano plazo una guerra con la OTAN y EEUU. Pero ¿Acaso tiene Rusia otra opción? Las probabilidades de que EEUU acepte el ascenso chino y se resigne a ser una potencia de segunda es poco probable. Al contrario, es de esperarse que mientras Washington tenga el poder suficiente buscará mantener su dominio haciendo uso de la fuerza. Pese al riesgoso escenario que se presenta, todo indica que Rusia y China caminan en dirección de esa integración, un pacto de alianza militar.
Putin y Xi son plenamente conscientes de esta situación, así lo demuestran sus declaraciones, su política internacional pero, muy por sobre todo, la estrecha relación entre ambos líderes. Los dos están convencidos de la importancia de uno y otro para lograr su objetivo común: derrotar a los EEUU y derrumbar su orden mundial para sustituirlo por uno nuevo multipolar. Sería sumamente complicado que Rusia y China vuelvan a tener este grado de afinidad entre sus líderes y bajo un contexto de interés común. Todo esto pone de relieve la gran importancia de la amistad entre Putin y Xi.
Bajo esa lógica, se puede deducir que los acontecimientos mencionados pueden ocurrir en un lapso de tiempo muy próximo. ¿Por qué? Por qué Putin y Xi no serán eternos y además tienen la misma edad, 71 años. Aunque los dos tienen la posibilidad de reelegirse para gobernar indefinidamente, es una realidad que el proceso natural de envejecimiento y, en su momento, la muerte, son variables inminentes. Entonces ¿Cuándo podría venir el desenlace de los sucesos que se están gestando? Es muy posible que sucedan en los próximos 9 años, es poco probable que ambos líderes tomen decisiones fuertes después de cumplir 80 años y en escenarios tan lejanos. Más bien es de esperarse que tomen la iniciativa teniendo aún los bríos suficientes y esa ayuda mutua tan fundamental para la mancuerna de líderes.
Se corre pues, una cuenta regresiva. La salud y vida de Putin y Xi marca el ritmo de los acontecimientos mundiales que están por venir. Solo un fallecimiento inesperado podría modificar el rumbo de las cosas, dar un giro en la dinámica bajo la cual avanzamos dándole así otra oportunidad a los EEUU. ¿En qué bando juega Dios?
Email: jesse.1984@outlook.com
Excelente análisis, sin duda uno de los más completos para entender el panorama actual
ResponderBorrarDios no meterá las manos en el juego del poder...
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