Pedro Valderrama Villanueva
Desde hace ya varios años, algo inaudito está ocurriendo en Zapotlán el Grande; un fenómeno que ni siquiera los estudiosos de Guadalajara, y otros rumbos, se han percatado del todo. Tanto así es la efervescencia que ha requerido de manos hacendosas para registrar parte de esta intranquila escena, tarea que ha recaído, en los últimos años, en las manos de escritores como Fernando G. Castolo y Ricardo Sigala.
Aun así, es difícil marcar el momento exacto cuando inició esta escena inquieta. Si nos remontamos al siglo XIX, nos topamos con figuras clave de la época como Refugio Barragán de Toscano, y algunas décadas después, durante la siguiente centuria, nos topamos con Guillermo Jiménez y Juan José Arreola, además de Vicente Preciado Zacarías, María Cristina Pérez Vizcaíno, Alfredo Velasco y Félix Torres Milanés, entre otros.
Sin embargo, como suele ocurrir dentro de la historia de la literatura, entre los nombres destacados, hay otros que se filtran por las rendijas del tiempo por razones que no vienen en este momento al caso. Dos de estas figuras que han pasado prácticamente desapercebidas hasta este momento por parte de los historiadores y la crítica especializada hallamos a Guadalupe Marín y José Gómez Ugarte. Dos escritores que son el centro del presente libro titulado Los olvidados (Cartonera Ateneo Tzapotlatena, 2024), de Milton Iván Peralta (Zapotlán el Grande, 1982).
El autor del presente libro de corte biográfico es originario del sur de Jalisco y sus esfuerzos se han concentrado principalmente en el periodismo cultural de su región a través de los suplementos culturales como La Jirafa y El Volcán. Asimismo, es autor del libro de relatos Zapotlán no se acaba nunca (2006), La navidad en la literatura zapotlense (2010) y, en coautoría con Ricardo Sigala, de Obras escogidas. Narrativa y teatro de Guillermo Jiménez (2012), también es responsable, al lado de Sigala, de Un copo de nieve en el duelo de su traje (2019), que compilación la obra completa de Guillermo Jiménez.
La primera sección del presente libro guarda un interés particular para un servidor, pues la obra narrativa de la escritora Guadalupe Marín era (y sigue siendo) uno de los temas pendientes no sólo dentro de las letras jaliscienses del siglo pasado, sino de la literatura mexicana en general. Me parece que los estudiosos hemos olvidado revisar con el detenimiento necesario y ubicar en su justa dimensión la obra de las mujeres escritoras que durante la centuria pasada fueron pioneras dentro del terreno del feminismo en nuestro país. Recordemos que al lado de figuras como la escritora chiapaneca Rosario Castellanos, en Jalisco, además de Lupe Marín, también se contó con valiosas autoras como Olivia Zúñiga, Lola Vidrio, Rebeca Uribe y Beatriz Ofelia González, que rompieron con los rígidos moldes del momento impuestos a la mujer.
Dicho sea de paso, y por fortuna nuestra, algunas de ellas han merecido revisiones y sus libros han vuelto a circular. Por ejemplo, Silvia Quezada realizó un estudio biográfico y reunió la obra de Rebeca Uribe en Toda yo hecha poesía (2013); Luis Alberto Navarro, por su parte, se encargó de compilar la obra de Lola Vidrio, en Don Nadie y otros cuentos (2020), y Alejandra Carolina Díaz es autora del estudio Lola Vidrio al encuentro de su propia voz. Una biografía a través del “prisma” (1907-1997) (2022); y con respecto a Olivia Zúñiga, en 2009, se editó Novelas autobiográficas, que reúne tres de sus libros.
Asimismo, no se puede dejar de mencionar el libro de María Guadalupe García Barragán, Narrativa de autoras mexicanas (2002), que trata el trabajo de estas narradoras y muchas más que han pasado desapercibidas por parte de los estudiosos de las letras, y también del volumen Algunos escritores jaliscienses olvidados (2017), de Sara Velasco, que tiene una relación muy cercana con el presente libro de Milton Peralta, Los olvidados, pues ambos realizan la noble tarea de desempolvar autores del pasado.
Uno de los numerosos detalles que resaltan del presente libro, y felicito por ello al autor, es la documentación tan completa de su estudio en torno a Lupe Marín. Peralta consultó una amplia diversidad de fuentes documentales para elaborar su texto; realizó un auténtico trabajo detectivesco, pues, como mencioné líneas arriba, Lupe Marín es una figura que no sido estudiada debidamente hasta ahora. Confieso que me impresionó el trabajo detallado del autor para citar datos en torno a la escritora y lo que otros escribieron sobre ella, aquí hallamos documentos citados de Juan José Arreola, Elías Nandino, Elena Poniatowska, Octavio Paz, Guadalupe Rivera, José Juan Tablada, así como textos de Fernando G. Castolo y Ricardo Sigala, entre otros.
Milton procura acercarnos a los detalles generales de la vida de la modelo y narradora zapotlense. Por otra parte, es inevitable tratar la vida de Lupe Marín sin caer en los lugares comunes, como las tormentosas relaciones que vivió al lado de Diego Rivera y Jorge Cuesta, dos figuras clave de la vida cultural mexicana de la posrevolución, y que son, por lo general, por lo que se le recuerda; también cómo solía posar desnuda ante los ojos de los artistas plásticos del momento o vestir de manera escandalosa por las calles de la provinciana Guadalajara de la década de 1910: con cabello extremadamente corto y portando una falda demasiada reveladora. Además, no se puede dejar de mencionar el papel que Marín desempeñó dentro del Centro Bohemio, agrupación vanguardista que reunió principalmente artistas plásticos y algunos escritores en la década de 1910. Guadalupe, quien fuera por aquella época pareja de José Guadalupe Zuno, se desempeñó dentro del grupo como modelo de varios cuadros que algunos de los pintores del grupo realizaron. Entre éstos destaca el retrato que pintó Amado de la Cueva de la escritora. Este capítulo de la vida de la zapotlense, al lado de los artistas del Centro Bohemio de Guadalajara, aún queda por explorarse con más detalle.
Otro de los aciertos de la primera sección del presente libro es la puntual observación que el autor señala: “Uno de los grandes problemas de ver la obra de Lupe, es que no se logra separar de su vida, se cree y se tiene el mito de que es biográfica, pero no es así, el culparla por la muerte de Cuesta, hizo que la obra se perdiera, se dice que la propia autora compraba los ejemplares para destruirlos, y son pocos y raro el libro que se puede encontrar […]”1
La segunda mitad del libro está consagrado a recuperar la vida y la obra de un auténtico olvidado de nuestras letras, José Gómez Ugarte, quien, como nos daremos cuenta a lo largo del capítulo, resistió, desde temprana edad, grandes dificultades, además que le tocó desempeñar su oficio como periodista durante los últimos años de la época del porfiriato y los convulsos años de la Revolución Mexicana.
El autor rastrea los primeros pasos de Gómez Ugarte dentro del medio literario y periodístico, nos narra detalladamente sobre sus intentos iniciales por incursionar en la poesía, como aquel libro de juventud que publicó en Guadalajara al lado de otros jóvenes aspirantes a escritores y cuyos detalles hasta ahora se desconocen. No obstante, el autor se empeña en localizar los libros del escritor olvidado e incluir esta valiosa información.
Otro acierto del segundo capítulo son los poemas de Gómez Ugalde que Milton Iván Peralta incluye. Allí el lector se percata de los detalles que caracterizaron parte de la escritura del zapotlense olvidado, su gusto por la rima, el lenguaje influido por el modernismo, que por aquella época imperaba.
Por último, sólo me resta felicitar al autor por realizar estos dos estudios biográficos. En los próximos años, Milton Iván Peralta seguramente ofrecerá otros estudios que asimismo atenderán a otros autores provenientes del sur de Jalisco y cuya obra espera pacientemente en alguna librería de viejo o en las páginas de una revista literaria olvidada de la hemeroteca.
1 Los olvidados (Marín/Ugarte). Cartonera Ateneo Tzapotlantena, Ciudad Guzmán, p. 30.
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