Homero
Aguirre Enríquez
Hay graves e importantes asuntos de la
vida pública en donde las grandes mayorías de habitantes de un país
no ven un problema para sus intereses inmediatos y de largo plazo,
tal vez suponiendo que se trata de temas para debatirse
exclusivamente entre politólogos, expertos en el tema y políticos
profesionales, y que las acciones que se deriven de esas discusiones
no incumben ni afectan a las grandes mayorías.
El desinterés
de los pueblos por cuestiones trascendentes, que tienen que ver con
su vida presente y futura, es una señal clara de la despolitización
que padecen millones de personas, que por lo mismo son susceptibles
de convertirse en víctimas de una grosera manipulación de las
clases y grupos gobernantes, que reduce la participación en la vida
pública de las grandes mayorías de hombre y mujeres a depositar una
boleta en una urna electoral a favor de quien les prometa una mejoría
inmediata, aunque sea minúscula y muchas veces ilusoria.
Pienso
que eso ocurre con la reforma constitucional al Poder Judicial que
está a punto de aprobar Morena en la Cámara de Diputados, donde ese
partido y sus membretes ya son mayoría absoluta, y en la Cámara de
Senadores, donde no le será difícil conseguir el voto de un senador
cualquiera para lograr mayoría absoluta, que modificará la
Constitución de la República y obligará a que todos o la mayoría
de los jueces, magistrados y ministros se elijan por voto popular, lo
cual desatará de inmediato todo tipo de maniobras electoreras para
posicionar y a la postre elegir como “impartidores de justicia” a
incondicionales del presidente de la República, lo que traerá como
consecuencia la desaparición de cualquier resto de independencia del
Poder Judicial ante el Poder Ejecutivo que, a partir de octubre de
este año, estará a cargo de la obradorista Claudia
Sheinbaum.
Mucha gente no sabe qué significa esta reforma al
Poder Judicial o no alcanza a ver ahi consecuencias negativas para el
rumbo del país y para los intereses de muchos mexicanos que no
forman parte de la élite gobernante. Hay quienes se conforman e
incluso se animan con el discurso oficial que pregona que, ahora sí,
será “el pueblo” el que imparta justicia verdadera, imparcial,
pronta y expedita; que por fin habrá independencia de poderes y los
jueces solo obedecerán a sus electores y no al presidente de la
República ni a otros patrocinadores, como ocurría antes. Pero la
verdad es muy distinta, nos encaminamos al fortalecimiento del
presidente de la República como poder único, lo que multiplicará
los abusos de poder y aumentará la indefensión de quienes no ven en
la 4T otra cosa que un engaño tramado a muy alto nivel del mundo
para engañar y mediatizar al pueblo de México, y someter a quien
pretenda encabezar otra alternativa de gobierno.
Antes de esta
reforma al Poder Judicial, existía la posibilidad de que un partido
ganara en las urnas tanto el poder Ejecutivo (presidencia de la
República) como el Legislativo (Cámaras de Diputados y Senadores),
y ambos poderes tenían facultades de elegir y conformar el poder
Judicial. Sabemos de la prepotencia que desde entonces tenía el
presidente de la República sobre los otros poderes, pero aún
quedaba un pequeño margen para la independencia judicial. Una vez
aprobada la reforma de la que aquí hablamos, tendremos que un mismo
partido, Morena, dominará el Ejecutivo, el Legislativo y el
Judicial, lo que significa anular totalmente la división de poderes.
“El sistema político mexicano puede calificarse como un régimen
presidencialista, que se caracteriza, además, por un
presidencialismo exacerbado, es decir, que la Constitución y sus
leyes derivadas, sumadas a nuestra herencia histórica, otorgan al
poder Ejecutivo facultades extraordinarias que lo convierten, de
facto, en el poder dominante sobre los otros dos, de donde resulta
que la democracia mexicana ha funcionado siempre como una dictadura
del Presidente de la República en turno”, escribió acertadamente
en el 2020 el ingeniero Aquiles Córdova Morán, al referirse a las
insistentes maniobras de AMLO para someter más el Poder
Judicial.
La reforma al Poder Judicial que está a punto de
aprobar el obradorismo no va encaminada a disminuir ese poder
dictatorial que han tenido los presidentes de la República, incluido
AMLO, y que ha dado pie a innumerables abusos contra quienes se les
oponen. No es una reforma que busque darle verdadera independencia,
fuerza y limpieza al Poder Judicial. Al contrario, lo debilitará, lo
subordinará de manera absoluta al presidente, tal y como ya están
subordinados la mayoría absoluta de diputados federales y
senadores.
Para darnos una idea de lo que se avecina, basta
pensar en el largo listado de delitos que han sido incorporados como
merecedores de prisión preventiva, en los que basta la acusación
para que te encarcelen. ¿Alguno de esos jueces promovidos mediante
campañas electorales a modo y financiadas descaradamente desde el
poder será capaz de oponerse a una decisión política de encarcelar
a un mexicano sobre el que caiga la ira del poder presidencial
desmedido? Ninguno. Ahora, la presidencia de la República y los
gobernadores tendrán a su disposición más jueces a modo, para
quienes “será un honor” encarcelar opositores al poderoso en
turno.
Qienes piensen que detener esta embestida correrá a
cargo de los representantes de los Estados Unidos, porque el
embajador y otros funcionarios estadounidenses y de otros países ya
declararon que les preocupa la democracia y podría afectarse la
relación comercial de aprobarse esta reforma, no deben olvidar que
los Estados Unidos y otros países imperialistas han estado y están
dispuestos a hacerse de la vista gorda ante las peores violaciones a
los derechos humanos y a la democracia, cometidas por las dictaduras
más represivas y atroces. Así que, si les garantizan la marcha de
sus negocios y obtienen alguna ventaja, le darán el visto bueno a
esta reforma. Solo el pueblo politizado y organizado, que despierte
con el estudio profundo de su realidad y con los golpes de la vida,
podrá construir algún día una sociedad democrática y justa para
las mayorías.
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