Salvador Encarnación
Se cumplen diez años —este 26 de septiembre de 2024—, de la desaparición de los cuarenta y tres alumnos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, (aquella dolorosa y larga noche) y ese delito sigue sin culpable. Kilómetros han caminado sus dolientes: padres, amigos y sociedad en general. Primero exigiendo su presencia: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” Ahora al menos saber en dónde están para tener un sitio a dónde ir a llorarles.
(Aquel día 26, La Jornada publicó horrendas fotografías de la matanza de Tlatlaya. Según el criminólogo, varios de los cuerpos fueron sembrados ahí, y otros recibieron el tiro a corta distancia, tan cercana que perforó el cuerpo y el muro.) Nadie imaginaba que esa noche los normalistas pasarían primero a la lista delos desaparecidos y después a otra, lentamente, a la de los muertos.
Inepto fue el gobierno peñista en la solución de este delito. Desde la incorrecta "verdad histórica" con la que quisieron iniciar el cierre del caso hasta la utilización de "darle largas" para provocar el lento olvido. Todo ha sido en vano. La herida sigue porque está ausente el medicamento que la cura: la justicia.
El triunfo de López Obrador fue una luz de esperanza para conocer qué fue lo que hicieron con los estudiantes desaparecidos. En el Amlofest, días antes de la elección, cantó Eugenia León con melodía de La Paloma y el beneplácito de Andrés Manuel: “Paloma empieza una nueva etapa/ se hará justicia en Ayotzinapa./ Somos el águila y la serpiente/ el cambio lo hace toda la gente…” Han pasado años desde aquel canto y poco se ha avanzado en el esclarecimiento de ese crimen. Tan poco ha sido el avance que parece que todo sigue igual. De “inepto” se calificó al gobierno peñista. Ahora nos damos cuenta que fue hábil en el ocultamiento y destrucción de pruebas.
La noche de Iguala (2014) se suma a la de Tlatelolco (1968). Dos características que las une: el priismo en el poder supremo. En ambas se sigue buscando la verdad. No olvidemos Aguas Blancas (1995) y Acteal (1997).
A unos días de que termine el sexenio de López Obrador, este crimen ocurrido en la época de Peña sigue clamando justicia. Claudia Sheinbaum Pardo, la presidenta electa, lo recibirá como una negra herencia. Se espera que en este sexenio que inicia en octubre se conozca la verdad: el paradero de los estudiantes.
No hay democracia sin justicia, se ha dicho aquí y allende las fronteras; de mil maneras y en cientos de foros; la retórica en todo su auge.
En tanto, los familiares de los estudiantes desaparecidos siguen caminado buscando la justicia.
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