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domingo, 25 de agosto de 2024

Zapotlán, creencias y ciencias


 


Adrián Gil Pérez


El barómetro es un instrumento utilizado para medir la presión atmosférica. El 21 de agosto de 1898, el semanario “La Unión Católica”, en Ciudad Guzmán, Jalisco, publica la nota intitulada “Los barómetros del campo”, originalmente inserta en “La Libertad”, de Guadalajara, Jalisco. Con ironía, el redactor, indica que “los campesinos no la pasan nada bien sin barómetro”, pero no se refiere al instrumento científico, sino a la observación espontánea de elementos y fenómenos naturales:



“…los palomos son los mejores indicadores del tiempo. Cuando se colocan el tejado de una granja presentando el buche al levante, estén seguros de que lloverá al día siguiente, si acaso no llueve por la noche. Si vuelven tarde al palomar y si van a comer lejos de la llanura, es señal de buen tiempo. Si vuelven al palomar temprano o se alimentan en los alrededores de la finca, la lluvia es inminente. Los pronósticos de las gallinas son menos ciertos. Cuando se revuelcan en el polvo erizando las plumas, es señal de tempestad próxima, y lo mismo indican los ánades [espécimen de patos] cuando se sumergen en el agua, baten las alas y se sumergen alegremente. Si estando en tiempo magnífico ve el campesino a su vaca lamer las paredes del establo, puede apresurarse a cerrar los forrajes: la vaca lame el salitre que la humedad de la atmósfera hace aparecer en la pared, y esto indica lluvia para el día siguiente. Si las abejas se retiran largo tiempo antes de ponerse el sol y con poco botín, indica lluvia también, así como cuando los cuervos despiertan temprano y graznan más que lo ordinario. Cuando los gorriones son más madrugadores y cantan mucho es de esperar buen tiempo por la tarde. Si las golondrinas vuelan rastreando la tierra no está lejos la tempestad; pero si se elevan desapareciendo en las nubes, pronostican buen tiempo, lo mismo que si los ruiseñores cantan claro de noche. Ocurre lo contrario cuando las ranas entablan sus conciertos y cuando los aguzanieves [pequeñas aves estilizadas y de larga cola] van brincando a la orilla del agua. […]No son sólo los animales los que indican el cambio de tiempo a los habitantes de los campos. Si por la mañana la hoja de la hoz está seca, es buena señal, pero si está húmeda indica lluvia a corto plazo. […] También la luna es un excelente barómetro: si está rodeada de un círculo pardo, indica lluvia; si el círculo es rojo, viento; si brilla limpia y luminosa, buen tiempo.






Los campesinos del Zapotlán de antaño, gracias a la observación e interpretación empírica de fenómenos naturales, en el transcurso de los siglos adquirieron aprendizajes que hoy, a la luz de la ciencia, parecen inexplicables. Sabían la hora del día observando la sombra del sol; cuándo y cuáles árboles talar para que la madera no se apolillara; cuándo sembrar el maíz, la calabaza y el frijol, y también el cempasúchil para que estuviera floreciente en la festividad de la Virgen del Rosario y de Señor San José y para la solemnidad de los fieles difuntos.


El 18 de septiembre de 1898, “La Unión Católica”, divulgó:


La luna es un excelente barómetro para el que sabe interpretar sus variadas señales. Al efecto tomamos de un diario científico las siguientes reglas: 1ª. Si tres o cuatro días después de entrar la luna nueva, está pura y transparente es señal de buen tiempo, que será durable y permanente. 2ª. Si al segundo o al tercer día de entrar en la indicada fase, los cuernos están horrorosos sin conocerse bien las puntas, es señal de próxima lluvia. Si el disco está muy rojo, indica mal tiempo. 3ª. Cuando la luna nueva se presenta sin manchas negras, anuncia buen tiempo. Del mismo modo, si la luna está clara sin manchas negras ni cercos rojos a su alrededor. Si por el contrario, se ven algunas manchas negras y dos o tres círculos negros y sucios, caerá gran cantidad de agua y hará muy mal tiempo. 4ª. En verano, la luna que al salir aparece roja, anuncia grandes calores. Cuando al salir se muestra clara no hay que esperar sino buen tiempo.


Altar muy probablemente del antiguo Sagrario de Zapotlán con
Sr. San José y la Virgen del Rosario, Protectores y Patrones de la ciudad.
La fotografia es de finales del siglo 




Al fenecer el siglo XIX la superstición prevalecía en Zapotlán y fenómenos naturales como la lluvia, los sismos y las erupciones volcánicas, eran explicados popularmente desde el punto de vista de la religión católica; no obstante, por la misma época, ya se difundían las explicaciones científicas de Severo Díaz y José María Arreola. Buen ejemplo de superstición rescataría Guillermo Jiménez, cuando en el libro “Zapotlán”, en 1940, describe la forma en que Hilario Luis Juan desbarata la culebra:


“… con su machete en la mano, avanzaba majestuoso, hierático, por los campos sembrados, y en sus labios temblaban palabras cabalísticas, frases de brujo, mientras hacía ademán de cortar la nube con el machete, que relucía siniestro en el gris del cielo. Como por milagro, la “culebra” se cortaba y comenzaba a caer una lluvia fina, clara, de cristal, que trasmutaba los matices rosas, azules y verdes, tornándose en un esplendo arcoíris”.


El 23 de julio de 1899, en “La Unión Católica”, Severo Díaz, explica científicamente el suceso de la tromba, ocurrida el 13 de julio de 1899. Dice: “Hemos presenciado en este valle, de suyo tan hermoso, el magnífico meteoro conocido en la ciencia con el nombre de “tromba” y que el vulgo, sin duda por su forma, denomina “culebra”… Y luego, procede al desarrollo de una minuciosa narración científica, obviamente, sin justificación religiosa. El 30 de julio y el 20 de agosto de 1899, retoma el estudio de la tromba de 13 de julio de 1899 y hace referencia a la importancia del Observatorio Meteorológico de Zapotlán, instalado en el Seminario. En relación al sismo ocurrido el 19 de enero de 1900, “La Unión Católica”, publicó el registro efectuado por Severo Díaz, abundando en la explicación del fenómeno el 28 de enero y el 18 de febrero de 1900.


Anda alegórica


La Biblia, en el libro del Éxodo, refiere que el granizo fue la séptima plaga; así pues, desde tiempo antiguo las granizadas han sido consideradas castigo de Dios. El multicitado semanario periodístico “La Unión Católica”, el 24 de junio de 1900, en pleno temporal de lluvias, difundió un artículo referente al geomagnelífero, palabra entonces utilizada para nombrar al instrumento primitivo de lo que en la actualidad se conoce vulgarmente como cañón antigranizo. Esto indica el interesante segmento:


Contra el granizo. El “Geomagnelífero” fundado en la propiedad especial que tienen las puntas metálicas de descomponer la electricidad de las nubes es un sencillo aparato destinado a precaver o terminar por lo menos, los perjuicios que el asolador granizo causa a los agricultores. //Se compone de un poste o mástil de 12 a 20 metros de altura, en cuya extremidad superior una varilla metálica sostiene una escobilla de alambre de cobre que se comunica con la tierra, mediante un conductor, sostenido por aisladores de porcelana. Por más que para proteger una gran extensión de terreno, se necesitan muchos aparatos, como que su instalación resulta fácil y sumamente económica, no hay duda que el sacrificio resulta insignificante, ante los beneficios que en muchos casos puede reportar. // Los postes deben guardar entre sí una distancia proporcional al triple de su altura. Además de los resultados satisfactorios que se han obtenido con dicho aparato, respecto a la neutralización o atenuación de la energía eléctrica de las nubes, se alcanza la ventaja indiscutible, de que los invisibles efluvios que se originan en las muchas puntas de las escobillas ozonizan constantemente la atmósfera, circunstancia que modifica poderosamente las acciones químico-vitales de las plantas y que se traduce prácticamente en un mejor desarrollo y más rendimiento de las mismas.”






El uso de los cañones antigranizo (granífugos) ha generado diversas protestas, por la creencia de que ahuyentan las lluvias. En el periódico “La Jornada”, el 28 de agosto de 2002, se informó que un grupo de 200 campesinos tomaron la presidencia municipal de Zacoalco de Torres, para exigir la confiscación de un cañón antigranizo. En 2019 el cabildo de Sayula, Jalisco, prohibió en su jurisdicción municipal el uso de cañones antigranizo. En Tamazula de Gordiano, el tema también ha sido tratado en sesiones de Ayuntamiento. La Universidad de Guadalajara y la UNAM han realizado estudios para desmitificar el uso del artefacto. Prevalece la inconformidad de los campesinos temporaleros y el interés económico de los empresarios de la agricultura protegida se sobrepone a la inquietud popular. Antaño, se culpó de algunas adversidades climáticas, como exceso de calor e irregularidad en el ciclo de la lluvia, a la gran deforestación ocasionada por la empresa Atenquique. Actualmente se habla de los efectos negativos en los ecosistemas naturales por el desarrollo de la agricultura protegida, además de la afectación en la salud de las personas que trabajan en las naves de cultivo, expuestas a gran variedad de químicos, sin exención de los consumidores de los productos agrícolas que han dejado de ser producidos orgánicamente.


El 25 de noviembre de 1900, “La Unión Católica”, a través del joven Pbro. Severo Díaz, informó sobre la realización del Primer Congreso Meteorológico Nacional y la participación en este evento del Pbro. José María Arreola, a quien se refirió como “una de las nacientes glorias de la ciencia mexicana”. Ambos sacerdotes sobrevivieron a los embates de las revoluciones constitucionalista y cristera; con el tiempo, Severo Díaz, antepuso a la firma de sus escritos un reconocimiento a la gloria de Dios; y José María Arreola, dejó el ministerio sacerdotal y fue catedrático en la Universidad de Guadalajara.


El 21 de septiembre de 1951, Juan José Arreola, en la “Oda terrenal a Zapotlán el Grande con un canto para José Clemente Orozco”, retrató a su tierra natal y la relación de sus coterráneos con la naturaleza. He aquí un fragmento:


Campo de Zapotlán, mojado por la lluvia de junio;

llanura lineal de surcos innumerables.

Tierra de pan humilde y de trabajo sencillo,

tierra de hombres que giran

en la ronda de las estaciones,

que repasan su vida como un libro de horas

y que orientan sus designios

según las faces cambiantes de la luna.






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