Víctor Hugo Prado
No quede duda, la asignación de los doscientos diputados de representación proporcional que deberá realizar en los próximos días el Instituto Nacional Electoral (INE), será crucial en el futuro de la democracia en México. La sobrerrepresentación es acto consignado en la Constitución. El tema es como se deben traducir los votos en escaños en la próxima legislatura, para garantizar la representación de la diversidad y del pluralismo que caracteriza a nuestra sociedad y, además, para evitar el surgimiento de mayorías artificiales que no corresponden al respaldo social de uno u otro grupo político.
En las elecciones de diputados federales, finalmente, los sufragios emitidos en favor de los partidos de la coalición gobernante sumaron 32.3 millones, lo que significa el 54.7% del total. El dilema es si el INE debe dar un ocho por ciento más de sobrerrepresentación a cada partido político integrante de la coalición con lo que sumarían el 78 por ciento de los diputados o solo dar el ocho por ciento a toda la coalición que resultó ganadora con la mayoría de los distritos y que la conforman Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo.
Hay un alto riesgo de que la coalición gobernante pudiera terminar sobrerrepresentada en la Cámara de Diputados, pero también hay un punto necesario de la discusión y el análisis y que el Consejo General del INE tendrá que interpretar: la cláusula del artículo 54 de la Constitución que indica que “en ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados por ambos principios que representen un porcentaje del total de la Cámara que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votación nacional emitida”, lo que significa que ningún partido podrá tener más de 300 diputados por ambos principios.
De lo que se trata es evitar el abuso y las interpretaciones de conveniencia resulten en mayorías artificiales que socaven el carácter democrático que debe tener nuestra representación política. Que impidan la destrucción de un régimen democrático que ha tardó mucho tiempo en construirse y que estamos a un tris de su destrucción, empezando por hacer cambios radicales a la Constitución, Ley fundamental que encarna un pacto político, expresa las reglas y condiciones básicas en las que se funda la convivencia pacífica de toda una sociedad y no de una mayoría, así sea legítima democráticamente.
El país no es solo de unos, no; México es la casa común que nos alberga a todos, sin importar diferencias válidas y legítimas, como lo señala Lorenzo Córdova en un artículo del blog de la revista Nexos sobre representación que agrupa las opiniones diversas de estudiosos del derecho. Ganar es legítimo, agandallar no.
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